miércoles, diciembre 24, 2008

Carta de despedida

Mi amor:

Ahora que terminaste el trayecto más complicado del camino, ya puedo soltarte la mano; no hay más riesgo de tropiezos, ya no me necesitas. Sé que me pediste que no hiciera esto, que no te acompañara si cada paso me hería el alma, pero no iba a arriesgarme a que tu soledad te dejara inválido, preferí correr contigo sangrando y sonriendo.


Hoy el sendero se te presenta mucho menos escarpado, y yo tengo que retomar el mío, donde al fin podré olvidarte... permíteme esa paz. Porque el amor brilla aún en nuestros ojos, nuestras manos aún se buscan, nuestras voces insisten... y eso sólo lo opacará la distancia, distancia enorme entre tu camino y el mío, entre tu vida y la mía.


Te deseo lo mejor, espero que seas muy feliz, ojalá el paisaje de tu sendero tengas flores, risas y color sol. No te preocupes por mí, porque volveremos a estar juntos: nos veremos en el cielo, mi amor.

viernes, octubre 24, 2008

Tus chaquetas

Ya casi no te amo a ti, pero amo tus chaquetas. Conozco la textura y el olor de cada una de ellas mejor que tu piel. En ellas todo el invierno se posaban mis manos, mi rostro... ellas me acogían en su rugosidad; es lo más inmediato que tenía de ti.

Yo contigo era sonrisa, y ahora que soy sólo mi nombre y la evocación de tu rostro se me prohíbe difusamente, prevalece el cariño que me daban tus chaquetas y cada roce casual.

Ya se acerca el verano y no las usarás, déjame acostarme con ellas, porque sé que cuando despierte aún las tendré a mi lado para una caricia más.

lunes, septiembre 29, 2008

Cumpleaños

Abres los ojos un día más, se cumple un año más de existencia, y eso lo hace especial. Toda la jornada en la exaltación de tu persona, esperando que el mundo recuerde un número entre trecientos sesenta y cinco.

El regocijo del nacimiento, a medida que se acumulan las horas, encuentra el ocaso en la angustia de la indiferencia, del olvido… Una y otra boca dijeron feliz cumpleaños al pasar, nadie aún planea una fiesta sorpresa, se suman velas y cada vez son menos los que entonan la melodía previa al soplido. Cada regalo evidencia que nadie sabe lo que quieres; sonríes por cortesía y por la cómica imagen que tienen de ti… ¿será que ni los que se molestaron en asistir a tu celebración te conocen?

Empieza la cuenta regresiva de tu día especial, que sólo podía serlo si los demás se proponían hacértelo tal, y tu felicidad, como en calidad de recién nacido, depende de las atenciones de terceros: el cumpleaños no es un festejo, es una prueba de fuego a la amistad, al cariño.

Mañana también abrirás los ojos, y entonces, que ese amanecer sea especial, sólo dependerá de ti.

sábado, septiembre 13, 2008

Un par de audífonos

Bocas moviéndose sin emitir sonido y cabezas asintiéndole a la nada rítmicamente, todos escapando de la cacofonía de la ciudad -o de sus pensamientos- para reemplazarla por reguetón, una canción romántica o el Rumpy.

Dedos en el pasamano siguen una música para los espectadores imaginada: ¿síntoma de locura o consecuencia inevitable del avance tecnológico?

En los oídos de Santiago un par de audífonos y, en la imaginación, el videoclip que puede ser la vida, el vocalista en el que te puede convertir un mp3.

Todos los santiaguinos cantan y bailan, pero sólo para sí mismos y en silencio.

jueves, agosto 21, 2008

Como una pesadilla

Era una noche que empezaba sin parecer precederle un día. Y eran mis ojos sobrevivientes de un húmedo descontrol, con graves secuelas para sus proporciones. Era un amor y millones de detallados sueños, pero era una voz que se había robado la del protagonista de todos ellos; tiene que haber sido eso… porque dijo cosas terribles.

Eran palabras nuevas en la boca que tanta dulzura me dio, aseveraciones a mi mente impensadas, desgarradoras puñaladas. Era una pesadilla, pensé, y no esquivé los golpes, asumiendo que la sangre era un producto de mi imaginación. Era horrible. Y fue peor. Porque mi propia voz me fue alquilada, a cambio del regocijo amargo de la venganza; tiene que haber sido eso… porque dije cosas terribles.

Éramos los que se amaron tanto, poseídos por un espíritu maligno, desesperados, haciendo daño, echando a la basura años. Era el fin.

Todo era como una horrible pesadilla. Pero ya desperté. Ya desperté.

sábado, agosto 09, 2008

Dicen que Dios es amor

Con un suspiro ahogado reprimo en un pecho vacío mi angustia, y me someto al capricho irónico del amor... o de tus designios, mientras él se somete a ti.

Dicen que eres amor, y mi amor lo aleja de seguirte hasta el cielo eterno. De pronto, perdí mi nombre y me transformé en Pecado, Tentanción para un hombre débil. Y yo feliz renuncio a mi nombre, mas no a su mano, y entonces lo llenas de culpa y se siente manco.


Misericordioso, déjame amarlo,
yo no puedo prometerle el paraíso ni el perdón de todo lo malo,
sólo un beso y un abrazo,
y tiembla de nuevo mi pecho mientras él deja ir mi mano,
y ya casi no respiro mientras se acerca a tu sendero iluminado,
no le alcanza la luz de mis ojos pardos,
y me quedo aquí, sola, con mi amor por él estorbando,
Dios mío, ¿por qué llenas el amor de requisitos y obstáculos?
Dios mío, ¿por qué no podemos abrazarnos sin ser condenados?
Dios mío, ¿en qué momento me volví un pecado?

miércoles, julio 02, 2008

Princesita hermosamente triste

Princesita hermosamente triste, de sonrisa eterna, de mirada disfrazada de altiva, por favor, descansa. Descansa del encantamiento de ser siempre perfecta, de estar siempre bien, no fue una pesadilla, dragones endemoniados te desgarraron por dentro, y aunque ya se hayan apagado sus fuegos, la herida, que no modificó la belleza de tu cuerpo, sigue quemando tus sueños.

Princesita hermosamente triste, regálate los diamantes líquidos de esos ojos que pretenden olvidar lo que vieron, deja que broten, brillarán en tu rostro con deslumbrantes destellos, con una sonrisa de verdad, romperán el hechizo y tu condena a la perfección. Regálate los diamantes y viértelos majestuosos en tu vientre, de donde nacerán ángeles alados, no serás perfecta, pero serás feliz, princesita hermosamente triste, serás sólo hermosa, porque el único fuego que prevalecerá es la calidez de un amor sincero del principito al que le confesaste la falsedad de tu mirada altiva, la muerte de tu risa… al que te permitiste amar.

¡Y que el rey y la reina lo sepan! Enviarán raudos unicornios morados que volarán a rescatar tu pena, reina serán algún día, tan bella, y el reino entero preferiría que fueras una pordiosera, venderían el castillo y sus siervos para conseguir tu felicidad a cualquier precio, por eso, princesita hermosamente triste, descansa, no temas dormirte en tu lecho, que los principitos sinceros despiertan a las princesas con un beso de amor eterno.

jueves, mayo 01, 2008

Un hombre, un beso

Los hombres son besos. Besos dados, vencidos, caducados, o besos por dar, negar, disfrutar, arrepentir. Eso son los hombres, cada uno que pasa es un potencial besador, un sí o un no, una sonrisa o una lágrima, y todos besos que diste, que quieres dar o que quieres evitar.

Un hombre, un beso. Labios que se han de olvidar para toparse con otros que con esperanza se creen mejores, pero no hay nadie mejor, ningún hombre es peor, son todos besos, intercambio de saliva y sus consecuencias.
Un hombre, un beso. Y el día que encuentre uno de esos especimenes escasos, seré feliz. Seré feliz cuando halle un hombre que sea abrazo.

martes, abril 08, 2008

Expíame

Primer amor maldito, ¡ya no te amo! Pero cada cierto tiempo tu rostro aparece súbitamente entre pensamientos descontextualizados, y me acosa, se fija como un presentimiento, sin razón aparente tu nombre se queda junto a mí y me pregunto cómo estarás, si has superado tu pena, si has encontrado un sueño… Mas junto a mí hay otro amor que sí amo y que no merece que te piense tanto… Te borro, te olvido nuevamente y sigo viviendo; no obstante, la vida es traviesa y cruza por mi camino hombres con un extraordinario parecido a ti… una vez vi por ahí caminando tus lentes, en una micro viajaba tu perfume, en un pasillo esperaba tu peinado excéntrico… y yo un asombro sincero; luego miedo. ¿Qué hace tu recuerdo mezclado en mis días, maldito primer amor? ¡Ya no te amo! Ya no te odio… Entonces, ¿qué haces aquí?

A veces es tal la insistencia tuya de aparecerte que quisiera buscarte y al fin saber si estás bien; si no me estuviste llamando inconscientemente como pertenencia tuya que, lamentablemente, soy. Sin embargo, desisto, es inútil, todas estas cosas me pasan sólo a mí, sólo a mí se me tropieza tu nombre, porque tú fuiste mi primer amor, pero yo no fui el tuyo. No te guardo rencor, en serio, ya te perdoné, ya no te odio, ya no te amo, y no te reprocho que penetrarme esa primera vez haya sido para ti sólo una vez más y placer, en serio, a mí también me gustaría recordarlo así, pero no puedo, ¡maldita primera vez! Como un conjuro me tiene encadenada a ti, condenada a recordarte, a ver tu fantasma, al impulso ridículo de ir a cuidarte… ¡Maldito primer amor! ¡Ya no te amo! Deja de atormentarme, yo lo di todo y mis piernas abiertas… yo sé que tú también diste algo, pero ya necesitabas otras piernas; y entonces te di mi perdón y mi venia. Por eso, te pido por favor, que me dejes ir, rompe el hechizo, no me llames más, ya no quiero ser tuya: quiero ser mía. Por favor, déjame ir, levanta la condena, expíame de la culpa de haberte dado aquella maldita primera vez con un gemido ahogado, por ser mi maldito primer amor idealizado.

jueves, abril 03, 2008

La historia de un Tú y un Yo

Había una vez… una señorita que le encantaba disfrazarse y jugar. Vestía los más extravagantes trajes y refugiaba sus travesuras en las más detallistas máscaras. Ella sonreía porque muchos sonreían con ella, atraía miradas, tuvo amigos y amores y amigos que se volvieron amores, caían en su boca besando la noche… pero ninguno permanecía en sus brazos llegada la mañana. No entendía por qué.

La señorita amaba incondicionalmente, perdidamente, pero nunca fue correspondida, porque ellos besaban a una persona que no existía, ¿cómo iban a amar, si al mirarla sólo veían una máscara vacía?

Un día conoció a un caballero fuerte, ganador de varias batallas, indiferente a todas las que no le merecían causa. Heroicamente llegó a salvarla el día que no se disfrazó: tragedia total, desnuda todos supieron cómo herirla, se miró al espejo y no supo si era realmente una señorita… ¿quién era? Un montón de lágrimas, preguntas y amor truncado: eso era. Él la abrazó hasta que su rostro ingenuo sonrió con sonrisa propia. Y fueron felices.

El abrazo aflojó entonces. El fuerte caballero ya no tenía fuerzas para seguir protegiendo, dijo misión cumplida y se fue. La señorita lo buscó, sin caballo y sin espada, salió tras él.

-¿Dónde estabas? ¿Por qué te fuiste?
-Porque las tormentas caen sobre mí, no te empaparé con ellas.
-No, no lo harás, porque yo secaré cada gota. No puedo evitar que llueva, pero puedo ser tu refugio mientras escampa.

Y entonces hubo muchos diluvios y sequías, pero descubrieron que las historias de amor no tratan sobre caballeros que rescatan señoritas, sino sobre personas que acompañan mutuamente sus días… y los días cambian de clima. Si este amor sobrevivió un verano, un otoño, un invierno y una primavera; entonces sobrevivirá la vida entera.
Erré el cálculo.
Esta historia,
este tú y yo,
terminó.

sábado, marzo 22, 2008

La ley del hielo

Te niegas a regalarme tus palabras. Omites mis ojos que se regocijan al leerlas, no porque me guste lo que significan, pues igualmente podrías estar construyendo el infierno, pero si lo haces con sábanas suaves y velas de luz tenue ¡quiero quemarme ahí!

Sería un placer volverme cenizas en tus letras, maldito pirómano, lo sabes. Y tu estrategia para salvarme ha sido la escasez. Dedujiste apresuradamente que en mi estado menesteroso terminaría por consumirme el olvido, que no recordaría ni un solo vocablo, que me torturaría la desaparición del motivo por el que te amo y me entregaría al mundo vagabundeando, sin siquiera preguntar por qué: ¡el lenguaje, un carajo! Yo había realizado la misma deducción, y cuando me disponía a sufrir por ya no recibir el regalo de tus palabras, un nuevo placer me embargó: me regalabas tu silencio.

Ignorarme es mayor desafío que simplemente contestar con un monosílabo altivo. Ignorarme requiere el cuidado de convencer a tu realidad que no existo, la delicadeza de evitar que nada tuyo me beneficie, y me amas desde el frío, que también quema. Me regocijo ahora con tu silencio, no por lo que significa, pues igualmente podrías estar deshaciendo el cielo, pero si lo haces con grúas incesantes y con explosiones de atardeceres ¡quiero sepultarme ahí!

Sería un placer volverme nada en tu silencio, maldito enmudecido, quiero que lo sepas. Como el beso de dos amantes que no se dieron, es sólo la intención de hacerlo lo que quema por dentro, con labios congelados se regocijan, como yo me regocijo al saberte con dedos congelados, creyendo que te olvido, mientras avivas el fuego.

martes, marzo 11, 2008

Anoche

Anoche amé a otro hombre. No estaba a mi lado, pero en mi oído su voz me pidió que lo amara… y lo amé.

Anoche me suplicó con esa voz quebrada de los hombres que suplican y la vida se les hace un hilo que habla, que se humilla, que se sincera, que es de verdad… que, por favor, lo amara. Le regalé un te amo inocente, de lo contrario mi propia vida se apagaría por la culpa de quien asesina a un animalito que confió. Eran sólo palabras las que le di y cuando se las pronuncié me sorprendió sentirlas realmente. Él también se sorprendió. Y desesperó.

El animalito se volvió feroz, rugía y manoteaba con sus garras el vacío, su soledad. Estaba furioso, qué artimaña o truco, qué hechizo o brutal actuación desempeñaba la mujer en la que confió. ¡Traición! Tuve miedo; enmudecí. No me asustaron sus gritos: temblaba por mi susurro.

Cuando dejó de vociferar la exigencia de una explicación, me pidió que se lo dijera de nuevo.

-No.
-¡Dímelo!
-No.
-¡¡¡Dímelo!!!
-No. Y vas a aprender a no gritarme.
-Aprenderé cada una de las cosas que te hacen feliz y las haré diariamente, pero, por favor, dilo una vez más.
-Matías, te amo.

Me confesó el detenimiento de su corazón por un momento, nada cursi, simplemente un fenómeno biológico que no sufría hace tanto, y luego, súbitas ganas de llorar. Al recuperar la delgada fibra que le quedaba de voz me preguntó con sincera curiosidad mi mecanismo empleado, la fórmula que lograba remecer su pecho con una aseveración que él pidió como se pide un plato de un menú y que sabía no sólo falsa, sino que imposible por la certeza de la pertenencia de mi amor a un hombre que le precedía, y, despreciando su conocimiento previo, creerla verdad, jurarla verdad.

-No sé.
-¿Cómo? Sólo dime cómo puedes mentirme así.
-No estoy mintiendo –afirmé con una tranquilidad que desconocía poseer.
-¡Mentirosa! ¡Tú no puedes amarme! ¡No me amas! ¡Tú lo amas a él, al Superman!
-Sí, lo amo, es el hombre de mi vida; pero no te he mentido –la calma aún teñía mis palabras.
-¿Y entonces?
-Sólo dije lo que me pediste que dijera.
-¡Se lo he pedido a doscientas! Menos del diez por ciento accede, ninguna me hace sentir más que la vibración en los oídos. Pero tú… Dímelo.
-Te amo.

Callamos un momento. Supe que lloraba.

-¡Te amo, te amo, te amo, te amo! ¡Yo también te amo! Ayer no lo sentía, tal vez mañana tampoco lo sentiré, pero déjame decirte que te amo y no tomes en cuenta mis palabras. Te amo demasiado.

Era un hombre de nuevo, e imposibilitada de tocarlo, lo abracé, y amé toda la noche a un hombre herido, que no era el mío, pero que necesitaba saber sobre la existencia de su capacidad para amar… nuevamente. Su herida no me inspiraba lástima, sino un amor profundo que quise hacerle sentir posible de un emisor femenino con cualquier nombre, por casualidad esa noche fue el mío. Le entregué mi voz entera para evidenciar que los te amos pueden acompañar su nombre y estremecerlo… nuevamente. Le dije que descansara, que yo sin poder hacerlo le acariciaría el pelo hasta que cayera en sueños y que despertaríamos con un dulce recuerdo en los labios de una noche de amor. Yo lo amé, no fue imaginado. Yo amé a otro hombre.

Pero eso fue anoche.

viernes, febrero 22, 2008

Puerta, ventana e infinito

“Donde se cierra una puerta, siempre se abre una ventana”, dicen… pero yo habitaba entre paredes, muros altos hechos con ladrillos de requerimientos, exigencias, ¡ahora, ahora! ¡Tiene que estar listo ahora! Ladrillos fríos y hostiles que impregnaban en mí su pigmento terroso… paredes perfectas e infinitas:

-Abre la ventana.
-Pero es que yo tenía una puerta.
-Abre la ventana.
-¡No! ¡¿Por qué?!
-Por la ventana también entra el sol.

Y el infinito llegó: sentí la brisa emanando de una ventana a medio abrir.

Me puse de pie, caminé los pasos que faltaban, salí del laberinto que me inventé… y respiré. “Al fin terminó”, pensé.

Al fin lo terminé.

sábado, febrero 16, 2008

El día del padre de Panchita

Tras la insistencia de los comerciales televisivos, las propagandas visuales, las promociones de rebaja y las preguntas de conocidos sobre qué regalarían este año, llegó el día del padre.

Francisca tenía sólo seis años y dos pesos en su monedero de juguete. Quería comprarle un set de herramientas a su adorado papá, pero en la revista de precios recibió la revelación de que, aunque se hubiera privado ya un par de veces de comprarse la golosina diaria, no podría darse el gusto de envolver en papel fluorescente lo que ella quería para su progenitor.

Esta angustia la invadió toda la noche de vísperas. Acudió a su hermana mayor en busca de consejo, pero había salido a una fiesta; probablemente ella ya había hecho la compra tras privarse de varios dulces… Acudió a su madre en busca de consuelo, pero recibió una sonrisa condescendiente:

-No te preocupes, hijita. Sólo regálale un abrazo, un beso y él estará muy feliz y agradecido –y la misma madre le regaló a su hija un abrazo apretado y un beso en la frente, pero la niña estaba lejos de sentirse feliz por la angustia y agradecida de la pobre solución.

Así debió irse a la cama, mas no a dormir. No podría, la culpa no la dejaba, ¡¿por qué fuiste tan golosa, Panchita?! Pucha, por esas torpes calugas ahora mi papá se quedará sin regalo y yo me quedaré con caries. Y ni siquiera estaban tan ricas… estaban muy duras… pero el chocolate del otro día sí que valió la pena… No, no… ¡Rayos! ¿Y cómo va mi papá a construir una mansión para mi mamá, un auto para mi hermana y una cuna para mi muñeca si no le regalo el súper set de herramientas para aficionados?

La intención de Francisca era permanecer toda la noche en vela con el fin de idear un plan maestro; sin embargo aún no poseía la habilidad de su hermana y cayó en su habitual profundo sueño.

Las risas sinceras de su madre en los oídos y el rayo naranja de luz en su ojo, devolvieron a la pequeña a la realidad. ¡Válgame! ¡¿Qué hora es?! ¡LAS ONCE DE LA MAÑANA! ¿Qué hago, qué hago, qué hago…? Las risas volvieron a inundar la casa, las de la madre, las de la hermana, las del padre… Estaban todos reunidos, tal vez ya celebrando el día del jefe de familia y disfrutando de los espectaculares regalos… Mi hermana le debe haber regalado un yate, porque mi papá siempre dice que el mar es lo más lindo que hay, que no es sólo agua azul, y por eso mismo ella sintió el deber de ayudarlo a darse cuenta de que está en un error, que sí es agua azul… Mi mamá le debe haber regalado un reloj mágico que nunca esté atrasado y que cuando él se despierte tarde, retrocede el tiempo para evitar los retos de su superior…

¿Por qué reían sin ella? ¿Por qué no la habían esperado para tomar desayuno y abrir los regalos? ¿Acaso sabían que ella había priorizado los dulces antes del regalo de su padre? Panchita se quedó un momento más en cama, podía fingir aún dormir hasta que las risas cesaran, hasta que la celebración y la ceremonia de apertura de regalos hubieran finalizado. Fingió dormir, trató de realmente hacerlo. Pero el rayo de luz entre las nunca bien cerradas cortinas insistía: Francisca, levántate, levántate, obséquiale a tu papi al menos el abrazo y el beso del que habló tu madre.

La niña se levantó. Y mientras se lavaba los dientes antes de bajar al comedor, se sentía pequeña y avergonzada por no proveer un regalo en el día del padre, ni una mansión, ni un auto… Ni un yate, ni un reloj… Ni una mísera caluga… ¡Ni medio martillo para el súper set de herramientas para aficionados!

-¡Feliz día, papito! –gritó Francisca entregándole al festejado un arrugado papel cerrado con uno de sus elásticos para el pelo.
-Gracias, hija, no tenías por qué moles… –pero la sorpresa y sobrecogimiento de Don Juan Luís Rojas no le permitió terminar la frase: su hija le regalaba un clavo que encontró cuando bajaba la escalera y ahora lo miraba con la más linda y radiante cara de satisfacción.
-¿Te gustó, papá? ¡Con él podrás construirle una mansión a mi mamá para que vivan para siempre, y un auto a mi hermana para que llegue a la hora que quiera, y una casa de muñecas para mí, y un yate para ti y el mar!

Don Juan Luís trató de no llorar: Panchita tenía razón, con esas cosas pequeñas podía construir su vida.

viernes, enero 25, 2008

Desvanecimiento

Miro tu foto que es nuestra foto pues en ella figuramos ambos sonrientes y próximos, y me parece inventada, trucada, ¿cómo decirlo?, imaginada, ficticia… nunca sucedió.

Me cuesta unir en un todo lo que expone la fotografía, las palabras que me cuenta el teléfono y los recuerdos que almacena mi aparato cognitivo con un dulzor cargante… ¿era realmente tan, tan lindo? Dicen que… no, sostengo que el transcurrir del tiempo hace exagerar los hechos… En fin, no puedo hacer que toda esa información converja hacia un mismo punto: tu nombre, tú, a quien amo. ¿Y cómo he de amarte si ni siquiera logro asimilar ya tu ser como una única entidad? Te desvaneces, te vuelves pedazos, fragmentos que se me irán perdiendo como ya perdí aquel de la certeza patente de tu incapacidad de vivir sin mí, o al menos de vivir con sonrisa y sin mí. Me angustió al comienzo, mas te desvaneces y hay trocitos que perdí y ya no logro recordar en qué consistían; de repente encuentro algunos tirados y otros en altares, y me percato de que había olvidado que me importaban, que existían: te desvaneces. Y es un alivio.

Pero mañana te manifestarás en tu totalidad y me parecerás aún más majestuoso por el milagro de la recomposición. Tantas veces citado el ejemplo del jarrón roto que aunque ensambladas nuevamente todas sus partes nunca será lo mismo… pero tú serás lo mismo, porque nunca te quebraste, y me parecerás magnífico, pues para mí ya no eras más que trozos fracturados sobrevivientes a un desvanecimiento tenue, imperceptible pero efectivo. ¡Te desvanecías! ¡Mera materia mutante evaporándose! Y mañana te presentarás sólidamente… ¿cuánto me demoraré esta vez en desgarrarte en unidades más pequeñas, que pesen menos, expiren más? Es tan largo, lento y tortuoso el proceso de transmutación… no importa, te desvanecerás y esparciré las partes del todo, estarás por doquier y en ningún lugar cabalmente, tu conformación perderá coherencia y tu sustancia valor: te desvanecerás. Y será un alivio.

Entonces confesaré la conservación de un sólo fragmento, cualquiera, un codo, un suspiro, un lunar, que ubiqué bajo mi almohada, y al desvanecerte perdurarás tan fugaz, liviano, bello e inconsistente como un sueño que al despertar olvidaré.

lunes, enero 21, 2008

Suena, por favor

I

El reloj acercándose a la media noche y en el velador, mi celular. Tentación apocalíptica, diamante sin protección, ingenua en brazos de un Don Juan, pecado original, chocolate olvidado en el mesón… mi celuluar…

Tan fácil, tan cerca. Sólo tendría que estirar el brazo, marcar los números que de memoria sé y…


II

-No llore más, mi niña, si va a volver, él la ama, va a volver…
-¿Y si no vuelve, mamá?
-¡Sí va a volver! Usted ponga el corazón duro no más y no lo llame. Cuando la empiece a extrañar, volverá.


III

No terminaba de abrir ambos ojos y mi mano rauda interrogaba bruscamente al teléfono móvil para que confesara por lo menos una llamada perdida.

Me sumergí en una refrescante ducha donde me lavaba las pesadillas de la noche ya muerta y me jabonaba con las que tendría que vivir un tercer día, apuré las gotas impaciente y aún destilándolas en toalla encendí el computador. Sin violencia ahora pasé a rogarle al celular que sonara. Suena, por favor, suena.

Una vez vestida y desayunando frente a la pantalla monté incansable guardia: un monito gris insistía en su color y sobre él se tatuaba un no conectado.

Mientras me ponía el pijama me di cuenta de mi metamorfosis en vigilante de mi propia prisión. Espectadora.



IV

Su vibrar contra el velador de madera me alertó y tropecé levemente antes de alcanzarlo y contestar.

-¿Vamos a bailar?
-No, gracias.

Desactivé la opción vibrar y dejé los ringtones personalizados.


V

Otro cigarro más y en aquelarre otro salud más. Humo y risas femeninas envuelven cualquier cosa y lo deforman. Cada cierto tiempo chequean si estoy bien; yo sonrío tranquila. Otro cigarro más, alguien vuelve a llenar mi vaso, todas hablan sobre cualquier cosa y evitan el tema; yo silencio. Un mareo lento, circular, me distrae. Todo se mueve, no me quejo, asumo los efectos secundarios de las drogas anestésicas de esta noche; yo inmóvil.


VI

-Gracias, mi amor, eso era todo lo que necesitaba –y sin contestar, colgué.

Volvió a sonar.

-Lo siento, mi vida, no puedo contestarte, lo sabes, pero gracias por llamar –dije en un susurro alegre abrazando el celular mientras aun sonaba. La felicidad era mía: me llamó.

lunes, enero 14, 2008

Terminar

Terminar… terminar pensé que era sólo eso, terminar de dar besos en la boca al saludarse y empezar a darlos en la mejilla; terminar de caminar de la mano y empezar a hacerlo por el propio camino –tal vez esa mano pueda estar cómoda también en el bolsillo-; terminar de recurrir a esa persona ante la aflicción y empezar a tratar de sonreír solito; terminar de compartir alegrías -que no se dividían en dos- y empezar a brillar individualmente… terminar. Sólo eso, terminar: dejar de hacer cosas. Pero no basta, terminar no es sólo dejar de hacer cosas, dejar de dar cosas: es quitar muchas.

Quitar lo regalado, quitar lo compartido, quitar lo prestado, lo cotidiano… Quitar derechos -eximir deberes-, quitar secretos, quitar verdades y remplazarlas por silencios, por risas corteses, por versiones incompletas, por lo justo y necesario.


Terminarlo todo es quitarlo todo y empezar sólo con lo justo y necesario.

viernes, enero 11, 2008

¿Quién me regala perlitas?

¿Quién me regala perlitas?
Las mías las perdí ayer,
o hace un par de días
en una pieza tibia
donde no volveré.

Se deben haber desprendido de mis orejas cuando me saqué el chaleco…
o tal vez cuando me abrazó…
o cuando jugaba con mi pelo…
o cuando caímos riendo en la cama y en el sillón…
o cuando nos besábamos compulsivamente en incontrolable jaleo

¿Quién me regala aros de perlitas, por favor?
Las mías se deben haber quedado en una pieza tibia
En el suelo por algún rincón
o entre los montones de ropa tirada, perdidas
pasando entre las pelusas desapercibidas

¿Será que el habitante de esa pieza las encuentre algún día?
¿Será que las guarde como un tesoro?
¿Como un recuerdo o como un estorbo?
Como mi presencia abandonó su vida
Las perlitas abandonaron mis orejas dejándolas vacías
sin adorno

Ahora me dejo el chaleco puesto
No quiero abrazos, ni juegos, ni pelo
No quiero camas, ni sillones, ni jaleo
Quiero que alguien me regale unas perlitas
Porque he olvidado las mías
Cuando abandonaba esa pieza de prisa
Sin un beso
ni una despedida

martes, enero 08, 2008

Llévame contigo en este sobre

Franco:

Llévame contigo en este sobre, déjame cuidarte yo, despega este último avión sin las penas del ayer… Esas se acabaron hace mucho. Te equivocaste, hermanito: no, no estamos iguales; no, no somos los mismos. Me aventuraría a decir que el cambio es para mejor. Y aunque no se note en lo superficial y nuestras sonrisas sean las mismas, aquí hemos sufrido mucho, y la pena enseña. No te quedes con penas viejas, ellas ya te enseñaron lo que podían, ahora date cuenta que tu papá no es el mismo, es mejor; que tu mamá no es la misma, es mejor; que tu hermana no es la misma, es mayor. Yo sé que quieres cruzar la cordillera, cerrar los ojos, ser lo más feliz posible y que cuando vuelvas todo esté igual… pero no lo estará. Por eso llévame en este sobre, quiero acompañarte en tu vida y mostrarte que no hay que huir de la pena, ni evitar lo desagradable, quédate, enfréntalo, aprende.

La distancia no es tan difícil como la pintan: uno se queda con las palabras bonitas, se evita todo los problemas molestos de la convivencia y la rutina. Y cuando al fin nos vemos, la reunión es una fogata donde tú me cuentas las anécdotas interesantes de tus historias, y donde yo te narro los capítulos destacados de lo que me ha pasado a mí. Un simple intercambio de novelas. Y te confieso: tengo miedo. Miedo a que cuando en dos años más vuelvas definitivamente, sigas viviendo a distancia, por evitar lo desagradable, como los evitas a ellos.

Las cosas más valiosas que he aprendido en estos dos años no han sido pasándolo bien, y yo quiero ser esa hermana que esté cuando me necesites, no sólo en amenas fogatas. No me evites a mí, yo no le tengo miedo a la pena, porque llorando y amando se supera. Le tengo miedo a la soledad. No puedo prometerte esta sonrisa de pendeja feliz, que te he ofrecido estos días de tu visita, como un estado constante. Voy a ser desagradable, pero te prometo ser tu hermana y que mis ojos, espejos de los tuyos, te seguirán esperando y apoyando a los papás –con los que hemos crecido tanto entre cigarro y cigarro- hasta que tu vida y las nuestras se puedan escribir en un mismo libro.

Llévame contigo en este sobre, porque tú te quedas conmigo en todo lo demás.