domingo, noviembre 27, 2011

Sed

A veces siento como si me bebiera a la gente, como si succionara hasta la última gota de vida que tienen para saciar mi sed de compañía. Mientras bebo de ellos estoy en éxtasis, el mundo es perfecto y mi sonrisa brilla, la de ellos también, disfrutan de mis labios en su cuello, pero agoto su fuente vital y caen muertos, no queda nada, el cariño que pude haber inspirado me excita y lo chupo de sus cuerpos en arranques violentos hasta secarlos por dentro, como una drogadicta que no puede parar, como un vampiro siempre sediento.

Caen muertos, sus ojos me desconocen, sus corazones me repudian, su existencia entera no comprende cómo pudieron estimar a un demonio de naturaleza depredadora, monstruosa, y no queda nada; nada más que soledad.

La urgencia se detiene por momentos, pero vuelve pronto, provocándome, incitándome a buscar otra víctima. No quiero herir a nadie, pero no sé controlar el impulso irreprimible que me impide la paciencia, que lo desea todo inmediatamente, que clama la entrega total e incondicional sin preámbulos y que termina abortando prematuramente cualquier forma de afecto. La más herida soy siempre yo.