martes, junio 24, 2014

Adiós, Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez me enseñó que en la literatura todo es posible,
como que las niñas que desobedecen a sus padres se convierten en tarántulas con cara triste, 
o que un hombres viejo tenga alas y se debata si es ángel o gallina gigante.

Me enseñó que en la literatura nada es ridículo,

Ni títulos interminables como "La increíble y triste historia de cándida Eréndida y su abuela desalmada", ni que se desmantele y queme un pueblo por el rumor de que algo terrible va a pasar...

Me enseñó que el arte no surge con palabras bonitas, sino con la belleza de la creatividad.
Me enseñó que una novela no es buena necesariamente si recuerdas la historia, 

es buena cuando recuerdas qué sentiste al leerla.
Me enseñó que el único límite de la literatura es la imaginación del escritor.

Y fue uno de los que me enseñó, entre página y página,
que la literatura es mi verdadero amor,
que cada noche deseo la compañía de un libro antes de dormir para poder soñar,
que la trascendencia es que un libro lleve tu nombre en su portada,
y que la inmortalidad es que te lean incluso después de morir.

Gabriel, no por el premio Nobel, por la creatividad surrealista de tus palabras, te leeremos cien años, ¡mil años!, porque mientras existan escritores como tú, no habrá en mis noches soledad...

domingo, junio 15, 2014

Fulgor


Sus ojos aguamarina certeramente se clavaron en los míos, su tiro no dudó un segundo, no se desvió un milímetro, directo al blanco me iluminó, me capturó con sus ojos precisos, preciosos.

Giro levemente el ángulo para liberarme y pestañear, para sentirme dueña de mí misma otra vez, para recordar que el mundo es más que sus ojos, que no se ha detenido y que existen otros colores, otra realidad distinta que su ser, aunque parezca inconcebible, aunque se me haga despreciable la sola idea, aunque en sus ojos sintiera que no había más búsqueda sólo certeza y pertenencia, que al fin, que era él y era yo. 



Y entonces, mi mirada se topa con un nuevo destello, una luz enceguecedora, encandilante artilugio proveniente de su mano fuerte que casi me apunta, que me pareció me indicaba, me mostraba como un ataque, me sometía y rendía con su fulgor, casi caigo de rodillas, mientras el mundo entero se derretía: su argolla de matrimonio.