sábado, octubre 28, 2017

Para ti, mi lector secreto, que sé que estás ahí, observándome en silencio, que te bebes mis palabras mientras te ahogas con las que no te atreves a decir; para ti esta exhibición, este descaro, que podría ser más perfecto, como críticamente debes estarlo analizando; sin embargo, es, existe, y te lo regalo.

¿Podrás recibirlo sin cuestionarlo? ¿Podrás disfrutarlo sin buscarle el misterioso significado? ¿Podrás dejarte acariciar por mis palabras y llenarte los ojos de esta exhibición sin asumir de mi parte ninguna intención?

Hace un tiempo ya sospechaba tu presencia, tu mirada contemplándome desde su escondite, podía sentir tu atención en mi ausencia. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me viste, desde que realmente me viste dejando caer el velo y desde que te asomas, te preguntas qué bellezas, qué locuras hay ahí.

Detrás del velo, en la desnudez de la verdad, existen tormentas y marejadas, hay sueños e historias, manos de seda y labios con sabor a Chadonney, una pasión desgarradora, tulipanes rosados y una guitarra, ¡vaya festín he preparado!, y una mesa vacía, un hogar hermoso que nadie habita.

Dime, lector secreto, ¿qué haces aquí? ¿Por qué recorres estos parajes descalzo, pisando con cuidado para no hacer ruido? Sé que, en el fondo, quieres ser descubierto, sé que la prudencia te aconseja mantener siencio y luego, te traiciona el deseo, pero, ¿qué deseas? Cuando corres, ¿de qué escapas? Cuando me miras, ¿qué esperas encontrar? Cuando me lees, ¿qué sientes?

Yo puedo pasearme por aquí, modelar por una iluminada pasarela, desplegar gala de sonrisas, brillantes piernas, tibias caricias de mi pelo entre los dedos, conjuros en los ojos, hechizos en mis suspiros. Puedo ser el mejor espectáculo, pavonearme con una seguridad arrolladora, bailar como una llama que ilumina la habitación, puedo, y de hecho, lo hago, quiero, lo disfruto, por el solo placer de subirme a la mesa y hacerme notar. ¿Puedes tú contemplarme y beber tu whiskey en calma, mientras ese fuerte sabor quema al bajar por tu cuerpo? ¿Puedes olvidar tu inteligencia y confesar? Yo te regalo estos vocablos, esta exhibición, no son palabras al viento, han sido escritas, proclamadas en alta voz, paridas con un lápiz e irreverencia, con la más absoluta de las impertinencias; no obstante, estoy tranquila, pues tú has sido imprudente primero, transformando una reunión en una cita, con tus detalles y la rosa. Ahora, dime por qué, y no digas curiosidad, porque ya sabes lo que le hizo al gato; no digas no sé, porque no te creería; no digas es mejor que me vaya esto ha sido un error, porque de ellos se aprende...

¿Qué podemos aprender esta noche, mi querido lector? ¿Cuántos idiomas para poder describir la realidad? ¿Cuántas copas antes de que derramemos en la mesa la verdad?

Vamos, despeja la garganta, que es tu turno de hablar.