Y ahora son pasos seguros los que resuenan en las baldosas oscuras de ese pasillo expuesto y enjuiciador. Mas ya no hay juicio: ya ninguna cara reconoce la mía al pasar.
Ese lugar es tan mío, y ahora soy tan ajeno… ¿Qué hago aquí? Mis pasos suenan más fuerte, porque saben que independiente del motivo pueden estar aquí, aquí en esta pasarela que conecta las salas que ya no me dictan clases y los baños que ya no me refugian de nadie.
Las baldosas siguen sintiendo mi peso, y la búsqueda se vuelve tan pesada… ¿Qué hago aquí? Aquí no hay nada de lo que buscaba, nadie a quien culpar, nadie a quien pedir perdón, ¡nadie! Todos egresaron y yo he vuelto porque este lugar es tan mío, pero ya no tiene nada de mí… ¿Qué vengo a buscar? Este lugar está absolutamente vacío de esos ruidos diarios, risas y otros, repleto de ruidos nuevos, de caras… ¡Hay tantas caras aquí! Sus cuerpos son todos iguales, casi podrían confundirme y hacerme creer que son a quienes yo busco, sus cuerpos también eran así… Pero no, es imposible, porque esos perdidos están muertos en el pasado, ¡en este mismo lugar! ¡Aquí estaban! Los busco, pero no están, era precisamente aquí, pero en años muertos, todo vacío, y esas vidas nuevas con ruidos propios me parecen tan lejanas, quieren confundirme, pero es imposible, son otras caras…
Y quiero exigirle a este lugar que me los entregue, ¡entrégalos! Porque en otras salas he aprendido cosas nuevas y otros baños no han tenido que esconderme, ¡tengo tanto que decir! Y nadie a quien le hagan sentido mis palabras… Pensé encontrarme aquí, poder tomarme de la mano, contarme lo que habrá más allá del juicio y aconsejarme, decir tranquila, todo estará bien, pero esa quinceañera está muerta también y ahora que puedo ayudarla es muy tarde… Aquí todos tan llenos de vida en este cementerio de niños, fantasmas invisibles a sus rebosantes habitantes, macabro espectáculo a mis ojos que ya son muy adultos para llorar, no otra vez, no en este pasillo otra vez… Vine a hacer las paces, y contemplo la herejía del ruido nuevo en campo santo que debiera descansar en paz, aquí debiera haber tanto silencio, ¡más respeto por los muertos! Pero nadie entiende, porque los nombres que busco no tienen cadáver, tienen planes y futuro, ¡pero esos no son a quienes busco! ¡Yo busco a los quinceañeros! ¡A los muertos! Es que tengo tantas cosas que decirles…
Mis seguros resonantes pasos deben alejarse ahora, pero dejaré estas flores aquí.
Ese lugar es tan mío, y ahora soy tan ajeno… ¿Qué hago aquí? Mis pasos suenan más fuerte, porque saben que independiente del motivo pueden estar aquí, aquí en esta pasarela que conecta las salas que ya no me dictan clases y los baños que ya no me refugian de nadie.
Las baldosas siguen sintiendo mi peso, y la búsqueda se vuelve tan pesada… ¿Qué hago aquí? Aquí no hay nada de lo que buscaba, nadie a quien culpar, nadie a quien pedir perdón, ¡nadie! Todos egresaron y yo he vuelto porque este lugar es tan mío, pero ya no tiene nada de mí… ¿Qué vengo a buscar? Este lugar está absolutamente vacío de esos ruidos diarios, risas y otros, repleto de ruidos nuevos, de caras… ¡Hay tantas caras aquí! Sus cuerpos son todos iguales, casi podrían confundirme y hacerme creer que son a quienes yo busco, sus cuerpos también eran así… Pero no, es imposible, porque esos perdidos están muertos en el pasado, ¡en este mismo lugar! ¡Aquí estaban! Los busco, pero no están, era precisamente aquí, pero en años muertos, todo vacío, y esas vidas nuevas con ruidos propios me parecen tan lejanas, quieren confundirme, pero es imposible, son otras caras…
Y quiero exigirle a este lugar que me los entregue, ¡entrégalos! Porque en otras salas he aprendido cosas nuevas y otros baños no han tenido que esconderme, ¡tengo tanto que decir! Y nadie a quien le hagan sentido mis palabras… Pensé encontrarme aquí, poder tomarme de la mano, contarme lo que habrá más allá del juicio y aconsejarme, decir tranquila, todo estará bien, pero esa quinceañera está muerta también y ahora que puedo ayudarla es muy tarde… Aquí todos tan llenos de vida en este cementerio de niños, fantasmas invisibles a sus rebosantes habitantes, macabro espectáculo a mis ojos que ya son muy adultos para llorar, no otra vez, no en este pasillo otra vez… Vine a hacer las paces, y contemplo la herejía del ruido nuevo en campo santo que debiera descansar en paz, aquí debiera haber tanto silencio, ¡más respeto por los muertos! Pero nadie entiende, porque los nombres que busco no tienen cadáver, tienen planes y futuro, ¡pero esos no son a quienes busco! ¡Yo busco a los quinceañeros! ¡A los muertos! Es que tengo tantas cosas que decirles…
Mis seguros resonantes pasos deben alejarse ahora, pero dejaré estas flores aquí.