domingo, marzo 29, 2020

Nunca más escribiré


¿Qué será que tienes -o que careces- que no te puedo escribir, que no logra mi mano transformarte en poema, en prosa sentida, en conjuro literario de un hechizo romántico? ¿Será que no me necesitas para ser un personaje de cuento? ¿Será que tienes tu propio mérito y no requieres que te embellezca con mis palabras, que son tan acertadas y hermosas las tuyas, que me dejas en silencio? ¿Será que eres auténtico, que no debo desenmarañar el misterio con frases rebuscadas que justifiquen la falta de gestos? ¿Será que no precisas acomodaciones redactadas para ser un hombre bueno, para ser protagonista, para saberme a príncipe azul?

¿Será que no puedo creerlo? Que eres todo lo que siempre pedí, y que ahora que existes a mi lado, simplemente no logro darle crédito, y mis manos se quedan mudas, mis ojos perplejos, mi boca tímida, y mi siempre rápida astucia, totalmente paralizada, mi razón empecinada en encontrar la trampa, el truco, el defecto, calculando el momento exacto en que todo esto se viene al suelo, donde despierto del sueño, donde se desata el infierno, donde se me rompe el corazón… pero es que hoy no podría romperse, porque no te lo he dado, porque no ha sido necesario, porque te me has adelantado, porque me has querido tú primero, sin que yo te lo ofrezca a cambio… y es que no me cuadra, no entiendo, ¿por qué me quieres?, ¿qué he hecho yo para merecerlo? ¿Y qué hago yo con mi corazón si no debo dártelo, porque tú sí tienes uno y sabes cómo usarlo?

No puedo escribir porque contigo no hay esperas que llenar con vocablos, porque no hay noches angustiosas de deseo en tu ausencia, porque me tienes perfectamente satisfecha con tu presencia, porque no tengo que pedirle al cielo que se te alineen los planetas, porque me has dicho todo cuanto siempre quise oír, porque me permites quedarme con mi propio corazón y lo dejas latir, porque quieres verme vivir, porque no debo completarte, ni convencerte, ni sanarte, ni argumentarte lo muy feliz que serías conmigo para que te quieras quedar, porque te quedas incluso cuando te he dicho asustada que tal vez esto no vaya a funcionar.

Es que quién necesita un verso cuando se tiene el beso, quién añora la poesía cuando se tiene el abrazo, quién invoca metáforas cuando se tiene la realidad, quién construye obras teatrales cuando se gime el orgasmo, quién escribe novelas cuando dice “te quiero” y escucha “yo también”…

¡Y es que nunca más escribiré novelas! Nunca más buscaré alivio en el arte de cientos de páginas que me convenzan de la belleza de sufrir, porque me has condenado a ya jamás volver escribir sobre amor, nunca más con un lápiz describirlo, sino a contigo vivirlo.

miércoles, octubre 16, 2019

Encuentro


Creo que lo que me ha tenido mal genio todo el día es que en nuestra última conversación se evidenció que somos distintos e incompatibles, y más aún que, a pesar de todo eso, de que ya es claro que debería retomar mi camino y reanudar el rumbo por otros senderos, aún me provocan curiosidad tus besos, aún quiero conocerlos y probar tu cuerpo, aún quisiera averiguar cómo te enfrentarías a mi desnudez y experimentar cuánto sincronizarían nuestros movimientos.



No tiene una puta lógica o fundamento, pero ya te he fantaseado en mi piel, y me pregunto si lo has hecho tú también… yo creo que sí, me excita pensar que sí, y juego a adivinar tus reacciones y tu tacto, ¿serás expresivo o silencioso en el acto? ¿Serás sutil o dominante en mis manos? ¡A la mierda la compatibilidad y la probabilidad! Yo quiero conocerte igual. Yo quiero sentirte y que me sientas, y sólo entonces decidir, si vale la pena el riesgo o si mejor salgo corriendo. Ahora dime, ¿te atreves a intentarlo? ¡Háblame! No te quedes callado. Sé que mientras no me contactas, me evalúas, o te evalúas, pero no lo pienses tanto. Si se va a ir todo a la mierda, ¿a quién le importa un carajo? No me cuides, no te cuides, y simplemente vamos, que intuyo la posibilidad de un orgasmo, no tiene que ser perfecto, pero tienen que ser, admítelo, ya estamos en esto, y mientras ambos tengamos el corazón entero, no se acaba el juego. Juguemos a que no importan las consecuencias, aunque sea sólo por un momento, y confiésame lo que realmente pasa por tu mente, lo que ansía tu pecho, lo que sienten tus piernas; pero hazlo tú primero, no me dejes impacientarme y ser yo la que manda al diablo la falsa apariencia de que esto es una sana e inocente amistad, sin más expectativas que cruzar algunas palabras y acompañar algunos silencios, cuando sé que quieres más que eso. 

Me quieres a mí, quieres mi aliento, quieres hacerme gemir sólo con el roce de tus dedos, quieres el aire que me falta cuando me acerco a tu boca y en vez de besarme te alejas un poco sólo para contemplarme mientras te deseo. Me quieres a mí, o te quieres a ti orquestando el temblor y la duda, siendo el juez que dictamina si seguimos o nos detenemos, si esto es sólo un capricho vano o un inconfesable anhelo, algo que vale la pena vivir o morir en el intento. No es para tanto, ¿no fuiste tú el que dijo que no estábamos haciendo nada malo? No estamos haciendo nada bueno tampoco si te sigues demorando. Ven y tómame en tus brazos, quiero conocer su fuerza y calor, quiero perderme en tu porte de hombre alto, quiero descubrirme mujer sobre ti o abajo, quiero que estemos juntos aunque finalmente quedemos separados, porque no quiero seguirte imaginando, seamos una realidad y una locura, seamos lo que sea que tenga que ser, estoy dispuesta a pagar por el karma también, pero que no me cobre la duda de no saber. 

martes, octubre 15, 2019

Hace falta


Hace falta salir,

rodearse de gente buena,

de gente que sueña,

de los que te hacen reír,

y de quienes se ríen de las bromas que cuentas.



Hace falta vivir nuevas experiencias,

escuchar otros acentos y leer poemas.



Hace falta volver a creer a pesar del dolor,

y tener la valentía de arriesgarse por amor,

o por la pura posibilidad que provoca una sonrisa recíproca.



Hace falta permitir que te toquen el corazón,

llorar de emoción,

sonreír ante la propia locura sin sentirse ridícula.



Hace falta dejar de cuidarse,

perderle el miedo al error

y temerle a la precaución,

porque es más terrible perderse las alegrías

que exponerse a las penas.



Y es que yo prefiero un corazón roto aunque duela,

que uno incólume pero vacío y sin huellas.

domingo, julio 07, 2019

El problema


Ya no te quiero. Y ese es precisamente el problema.

Yo voy viviendo y de repente la vida me cruza algo que me recuerda a ti, algo que te gustaría mucho y me dan ganas de mostrártelo para que sonrías, o algo que no te gustaría nada y mostrártelo para que nos riamos juntos de eso.

Yo sigo viviendo, y la vida me hace tropezarme con un recuerdo, con algo que hicimos juntos, de cuando éramos un nosotros, y se me aprieta el pecho, y te extraño, y nos extraño, cuando vivíamos en los días de lindos panoramas mientras moría el verano, pero sobre todo de los simples momentos cuando te acostabas en mi cama y comíamos algo viendo series.

Yo sigo viviendo, pero de pronto recuerdo cuando no podías parar de besarme por la ternura de verme llorar con una película, cuando se te desesperaban las manos por abrazarme y tenerme cerca, cuando te daban los nervios por quererme tanto y escuchar “yo también”, casi no creyendo la suerte de ambos sentir lo mismo, en el corazoncito y en la piel…

Yo sigo viviendo, pero esos recuerdos me estremecen el pecho, que me pide volver a sentirme así, volver a verte, volver. Y cuando te escribo un mensaje, sobre todo cuando me lo contestas, un salto de alegría se apodera, justo antes de que se instale el temor y la duda, porque ¿y para qué? ¿Para qué, si ya no te quiero?, porque ya no me quieres, porque ya se terminó, porque incluso si volvieras por tu propia voluntad, ya no quiero que vengas, porque ya no eres el mismo hombre con el que construí esos recuerdos, el que se atrevió a vivir conmigo la aventura de estar juntos a pesar de sus dificultades y sus riesgos. Ya no te quiero, porque ahora eres el hombre que, ante las primeras peleas, se acobardó, dijo no puedo, no estoy listo, y sin si quiera intentar enmendarlo, me abandonó.

Por eso es un problema, porque te recuerdo y te extraño, porque me acuerdo y ya no te quiero a mi lado.

Hola, cómo estás


Honestamente, me da pereza otro hola cómo estás, bien y tú, bien también, cuéntame de ti… y todas las preguntas y respuestas para identificar rápidamente si tenemos alguna característica, condición, preferencia, gusto o rasgo que no estamos dispuestos a bancarnos o que simplemente no va en línea con lo que estamos buscando, para descartarnos de una vez y no perder el tiempo. Y descartamos tanto, que a veces me pregunto si vale la pena el tiempo.

Y entonces recuerdo que tú apareciste de un hola, cómo estás, y aunque ya desapareciste rompiendo mi corazón, todo, todo valió la pena, cada minuto de mi tiempo.

¡Qué ilusa yo! Pensé que el interrogatorio y la evaluación había terminado cuando me besaste y decidimos exclusividad. ¡Qué ingenua yo! No darme cuenta de que seguías averiguando si yo calzaba en lo que estabas buscando, y cuando, a los casi tres meses me descartaste para no perder más tu tiempo, me pilló por sorpresa.

Sigo sorprendida, la verdad. Sigo dolida, verás. Sigo esperándote, contra toda lógica. Y te extraño, a mi pesar.

Te extraño.

Extraño esos chiquillos que se conocían con asombro y una sonrisa en los labios, con ilusión y las manos temblando, con miedo y los ojos incrédulos de la reciprocidad a pesar de ir develando quiénes somos en realidad.

Y sé que no debería interrumpir tu proceso silencioso de darte cuenta de que en realidad me quieres y de que vas a volver, pero necesito gritarte que te extraño, que aún te deseo a mi lado, para jugarme ya mi última carta y reencauzar tu rumbo en caso de que, en realidad, me estés olvidando.

Y yo ya debería saber que mis palabras nunca han logrado cambiar las decisiones tomadas por los hombres, pero palabras es lo único que me queda por entregar, porque ya te he dado todo lo demás. Suena desesperado, lo sé, escucho la súplica en mi voz, y veo mi dignidad rodar por la escalera, pero en mi cabeza no se corona el orgullo, reina la consciencia tranquila de quien fue honesta y confesó su sentir por si aún quedaba alguna esperanza, por si te quedaba alguna duda, por si todavía albergaba un último respiro este amor, que al menos muere sin ese peso en el pecho mientras exhala triste, pero paz. Y ahora, que descanse en paz. Y tal vez, cuando ya haya descansado lo suficiente, se me pase la pereza y yo vuelva a intentar un nuevo hola, cómo estás.

domingo, febrero 24, 2019

Bulling


Llegar a temerle a la risa,
por creerla una burla.
Llegar a temerle al elogio,
por creerlo una trampa.
Llegar a temerle a la amistad,
por creela una farsa.
Qué triste y difícil es la vida
cuando le temes a lo que te sana.

domingo, enero 27, 2019

Musas y magas

Debe ser bonito ser de esas mujeres que pasan por la vida livianas, casi flotando por las calles, inconscientes, y de pronto, sin percibirlo ni saberlo, ser observadas, capturadas en un poema, inmortalizadas en una canción, musas bellas, hadas mágicas que obtuvieron sus poderes por el toque encantado de un lápiz inspirado, bendecidas con el don de la vida eterna gracias a unos acordes fáciles al oído, profundos al corazón, de rápida recordación.

                Debe ser tan sublime ser fuente de inspiración, tener el don de detener el tiempo para otro ser humano, causar tal impresión que obliga a dejarlo todo y crear una pieza, una melodía, unos párrafos, para poseerla de alguna manera, hacerla suya al menos en su autoría.

                Me encantaría ser una de esas, señoritas de pelo al viento, con andar descuidado y a la vez perfecto, con sonrisa de postal, lista en todo momento para ser fotografiadas; y al mismo tiempo con absoluta indiferencia a todo cuanto las rodea, completamente ignorantes del hechizo que han provocado, una sed tremenda que somete al artista a perpetuarlas como si la mismísima capacidad de respirar una vez más dependiera de ello.

                Mas yo nunca seré de ellas, ninguna posibilidad, porque yo siempre estaré al otro lado: yo soy la que sostiene el lápiz y que lo guía con la urgencia de retratar todo lo que esa persona sólo con cruzarse por mis ojos brotó en mí, como lluvia primaveral sobre mi jardín listo y dispuesto, lleno de semillas prontas para florecer, sedientas de recibir sólo lo suficiente para convertirse en color…

                Y entonces, de repente, me pregunto: ¿quién es realmente el hada, la hechicera, la bella maga, la eterna? ¿La que, sin querer, se cruzó; o yo, la con la habilidad de transformar a un transeúnte cualquiera en un príncipe azul, en un caballero encantador, en un suspiro que entibia el corazón, que despierta la necesidad voraz, que desgarra dulce como el tango que se desangra y muere feliz, que te hace preguntar, entonces, por qué vivir?

domingo, octubre 21, 2018

Perturbación


Cuánto disfruto cuando me miras mientras cantas, siento que buscas profundamente en mí, indagas, te sumerges en mis negros, y no me sueltas la mirada, quiero esquivarte, liberarme de tu atracción para no cometer otra vez el error; y al mismo tiempo, entregarme, dejarte que llegues a lo más hondo de mí: ven, ven, entra… pero no te siento, te veo, pero no llegas, porque no me buscas a mí, sino a tu propio reflejo exaltado por mi divina capacidad de embellecer cuando te topas con mis espejos oscuros. Y ahora, mi guitarra canta a tu voluntad, me quiero acercar, afinar juntos un acorde, pero ella se ha vuelto un muro insoslayable, infranqueable: la deseas más que a mí.

No voy a tratar de conquistarte, ya no hice una vez -vamos, ¿a quién engaño? Fueron dos o tres-, y me pediste que fuéramos amigos. Amigos. Tú también, ¿cierto? -me dijiste, y en mi silencio sorprendido, asumiste el otorgamiento. Pero no, querido, en mi boca no se ponen palabras, esas las pongo yo. En mi boca se ponen melodías y sentimientos, un compás perturbador, yo quiero ser perturbada, provocada; no embaucada, no conformada.

Me pareció que toda tu gracia, tu magia, tu porte, se desmoronó cuando me ofreciste migajas, ¡llévatelas! ¡Yo soy el pan! ¡Yo soy la vida! Cadera intensa que enciende y al fuego de mi vientre nacen los poemas, las frases por las que se muere con el corazón desgarrado. Soy colinas de placer, río que se bebe con la lengua hasta el amanecer, soy todo lo que esperas en una mujer y todo lo que te falta por conocer. Soy la voz que le da cuerpo a tu coro, que le da interpretación a tu técnica. Soy la que te transporta a un tiempo pretérito, con quien puedes hablar de ideologías y teorías, desmenuzar el mundo hasta su origen en horas de palabras rebuscadas, y atesorar para siempre en la belleza de nuestro lenguaje, de entendernos como nadie, del arte como forma de comunicación: cuando no estuviste conmigo, fuiste uno de esos, un humano más, de los que toman el celular para llenar el tiempo.

Tengo derecho a imaginar que, mientras no te miro, contemplas cómo cae mi pelo sobre mi rostro hasta mi pecho como seda que ansías tocar; pero sólo tocas las cuerdas de mi guitarra, aunque disfrutes escucharme mientras hablo, y mirarme mientras te escucho. Y tengo derecho a contradecirme, sé que fui yo la que dijo que no, la que prefirió la nada antes de la forma, sólo la forma del amor, pero sin su música esencial, sólo su coreografía, pero sin el sentimiento que la inspira. Sé que yo desprecié lo que me ofreciste, porque no me alcanza, así como la noche no nos alcanza, ni los días, ni la vida, para ser juntos, para conocernos los pensamientos… y entonces pienso, y me cuestiono, y me contradigo. Y quiero volver a por ello, a por ti, a por lo insuficiente que al menos existe, algo es algo… tan poco, pero algo. Tan poco, y al mismo tiempo, mucho más que tantos…

                Cuando sientas por mí lo que sientes por esa colega tuya, esa que te gusta, pero no sabes por qué; esa que encuentras bella, aunque se vea desarreglada; esa que, sin hacer nada, te hace suspirar. Cuando sientas por mí lo que sientes por ella, será distinto: conmigo sabrás exactamente por qué te gusto, podrás enumerarlo todo, no cabrá ni la sombra de la duda, ni la idea de capricho pasajero, ni la más mínima sospecha de que el sentimiento no es otra cosa que eterno, y no por designio de los dioses, sino porque con hechos, con detalles, con días que empiezan a media noche, con cielos e infiernos, se ha construido sonrisa a sonrisa lo que sientes por mí. A mí me encontrarás bella siempre y será evidente, porque mi belleza interior es supremacía a través de mis ojos que no envejecen y lo iluminan todo. Y tus suspiros, tus gemidos, y tus risas, tus canciones, surgirán espontáneamente, pero por todo lo que hacemos juntos, las sinfonías que podemos crear, no de la nada y sin razón.

Tu bailarina


Sólo basta que vengas y empieces a hablar, y yo tomaré de tu boca las cintas de colores con mis dedos hábiles, y las transformaré en un brillante baile. Dame la melodía y yo jugaré dándoles forma por los aires, a todas tus ideas les daré movimiento y energía para crear más, cientos, miles. Danzaré con ellas e incluso puede que cante sobre el ritmo que hayas elegido, pero con pasos nuevos, con letras que no esperabas escuchar, y que tal vez nunca hubieran nacido si no te hubiese dado por hablar.

A ti y a mí siempre nos amanece, no alcanza la noche para toda la música que hacemos; porque tan fácilmente afinamos, dame más cinta y daré vueltas entre tus colores, te envuelvo y te los muestro mientras se te fascinan los ojos. Los míos también brillan, porque se sienten libres, talentosos, la mejor bailarina de tu mente, iluminados de posibilidad.

Ahora calla, ahora escucha, y no quieras hacerme canción, resiste la tentación de exaltarme como concepto, renuncia a los ideales que buscan un bien común y confiesa tu propio bienestar, confiésate qué falta para que no hagan falta los acordes ni los poemas. Ya sé lo que piensas, ahora dime qué te hace sonreír, qué se roba tu aliento, y ese segundo en que respiras como si costara, como si no lo hicieras cada día, a cada momento.

domingo, octubre 14, 2018

Buenos Aires, II


He ido descubriendo que Buenos Aires es una ciudad que se bebe lento y a tragos cortos, como el café muy caliente. Es intenso y fuerte como un expreso bien preparado. Fue ingenuo de mi parte querer conocerlo todo de una vez, sería quemarse la lengua y perder la oportunidad de saborearlo bien. Quedaré con gusto a poco, lo sé, como rápido se acaba el breve expreso, obligándome así a pedir otro, a volver por más, a ahuyentar el sueño sólo por el placer de disfrutarlo otra vez.

                Cuando preparé mi viaje, me pareció que no había mucho que ver, nada tan deslumbrante: una catedral, los tribunales, el congreso, un teatro, un cementerio, un obelisco, y poco más, como todas las ciudades… bueno, también una casa de gobierno de un color poco común y Caminito, que sí parecía bastante único, pero me preguntaba dónde estaba la magia de la que todos hablaban. Sólo una vez recorriendo entendí que no se trata de lo que ves, sino de lo que sientes, de lo que te das el tiempo de vivir y habitar en esa ciudad.

                Sin embargo, Buenos Aires es traicionero, es publicidad engañosa que te susurra al oído un tango, que te cuenta cuentos Borges, Cortázar y Sábato, que te invita a una escenografía perfecta para el romance y la locura, y que te permite creer que tú puedes ser la protagonista de ese montaje, que cualquiera de esos atractivos argentinos -deliciosa mezcla entre italiano y latino- puede ser el galán misterioso, apasionado, tan masculino, casi violento al compás de Gardel, con esta atmósfera bohemia que deja el puerto entre la neblina del cigarro y el rojo de los labios en la calidez soberbia de un Malbec.

                Los shows, las presentaciones callejeras, no son más que un eco nostálgico que repite en coreografías aprendidas lo que tal vez, alguna vez, fue; lo que probablemente, hace mucho tiempo, algún loco como yo, fantaseó e inventó. La ciudad repite eternamente esa ilusión, que enloqueció a varios, que tal vez nunca existió, pero que sigue atrayendo a cientos como un hechizo, a quienes ingenuamente ansían encontrar el sentimiento de Piazzola, la sensualidad de los movimientos atrevidos, la pierna arriba, su boca en mi cuello cuando entrego al cielo el rostro, su mano sosteniendo mi espalda en el límite mismo de lo adecuado, casi descarado, nuestras caderas tan cerca. Nadie fantasía con la penetración, aunque la desee, sino con todo lo que lleva a ésta, y Buenos Aires hace una promesa que no puede cumplir. ¿Dónde están los hombres que representa el tango? ¿A quién le ocurren las historias que inspiran ese qué se yo? Buenos Aires es una gran obra de teatro, con personajes disfrazados, ¡un divino espectáculo!

Pero no te confundas, esta ciudad es para los románticos, lo que Disney para los niños: te hace creer en la magia, que todo es posible, que alguien, ahora mismo, al verme sola escribiendo acompañada por mi doble expreso, se levantará de su mesa y se me acercará. Valiente y descriteriadamente, se sentará junto a mí, y con sus ojos verdes resaltando en su piel trigueña, me dirá:

¾     ¿Cómo te llamás, linda?
¾     Valeria, ¿y tú?
¾     Facundo. ¿De dónde sos, belleza?
¾     De Chile.
¾     ¡Ah, chilenita, qué bien, bienvenida!
¾     Gracias.
¾     ¿Y qué hacés? ¿Andás con alguien?
¾     No, de paseo nada más, vine sola.
¾     ¿Cómo sola? ¿Por qué?
¾     ¿Por qué no?
¾     Porque te puede pasar algo.
¾     Eso es exactamente lo que quiero: que me pase algo, que me pase alguien, que me mires y te atrevas a acercarte, que quieras mostrarme la capital de beso en beso.

Esa era la prueba de fuego: un chico normal después de eso saldría corriendo, me tomaría por loca o puta.

Él respiró profundamente y puso su mano en mi pierna, antes de decir mirándome:

¾     ¿Vamos?

domingo, mayo 27, 2018

Es hora de vino tinto


Es hora de vino tinto. Del vino tinto de la vendimia de mi corazón roto.

Me bebo mi propio dolor, en esta copa sangrienta, mientras hago un brindis con mi soledad.

Es hora de vino tinto. Es hora de brindar. Es hora de abrir los ojos.

Hace tiempo que no dolía así, así físicamente. Me hace sentir viva mientras muero, te concedo eso. Me hace sacarte de la cabeza y pasar al cuerpo, donde son posibles las anestesias de los vicios, del vino tinto, de la sangre de mi amor derramado en vano.

Me dueles, ¿sabes? Me dueles físicamente en el pecho, en ese mismo pecho que se le hacía pequeño a mi corazón del asombro, de la sangre caliente alborotándose por sentir la tuya en mis uñas, en mi piel, tu sabor en mi lengua, tus manos violentas, tu deseo oscuro.

¿Sabes? Ni siquiera te culpo, yo soy responsable de este dolor, me lo he provocado yo. Yo y mi insistencia, mi estúpida e ingenia ilusión, de que aún quedaba fuego en las cenizas, una pizca de calor. Pero las cenizas eran sólo yo, mis alas, mi cuerpo carbonizado, del que otra vez deberé renacer. Mas ya no quiero ser fénix, ¿sabes? Quiero ser alondra, quiero ser canto y primavera, aunque tenga sólo una vida y una muerte, aunque me mate el invierno y su primera helada, saber que al menos construí un nido de amor.

Dicen que mañana es otro día, dicen que al menos te debo agradecer la honestidad, que debe significar que de alguna manera soy importante para ti. Vaya premio de consuelo tu consideración, permíteme darte las gracias por la decencia, que al parecer ni con eso debiéramos contar. Pero también una pensaría que el brillo de tus ojos y la sed de tu cuerpo por el mío, tu voz gritándome “eres mía, eres mía, ¡eres mía!”, significaría que soy importante para ti; pero vamos, ¡¿qué sé yo?! Ave ingenua, ¿cuántas veces aún debo arder?

Dicen que mañana es otro día, quién sabe, tal vez mañana ya no me importe el amor, y con alas renovadas me aventure por otros cielos, donde sea hora de vino blanco, un dulce Chardonney, brindando por la fortaleza de emprender vuelo una vez más.

lunes, enero 15, 2018

Nombres

Abrí la llave, y como quien prepara un conjuro, un mágico brebaje, vertí los ingredientes: sal de mar, burbujas, algunas esencias. Prendí una vela, puse música acorde, traje mi copa de Amaretto Di Saronno y los cigarros, y cuando estuvo todo dispuesto, el agua tibia, me desnudé y sumergí en la fantasía del relajo, en mi propio estereotipo de amor propio y paz. Al fin, un momento sólo para mí, sin deberes, sin apariencias, sin más juicios que los míos.

Juego con la espuma y dejo a mi cuerpo que se sienta liviano, mecido por el agua. Intento que mi mente haga lo mismo, pero todas las canciones hablan de amor…

Y entonces, llega a mí una avalancha de nombres, de hombres, de historias que ya tuvieron final. De pronto, esta tina se transforma en un mar intranquilo, y como olas, me embisten sus recuerdos.

Esa manera en que Patricio me decía “Buenos días, bonita, te he pensado todo el fin de semana, estoy ansioso por verte, todos se van a dar cuenta de cómo me brillan los ojos cuando llegas, es que no puedo dejar de mirarte, mi bonita”, con una ternura que sorprendía a mi niña herida, que entibiaba mi corazón y despertaba mis ganas de jugar, de saltar, de abrazar a ese hombre con el que podía ser débil y vulnerable.

Esa manera en que Javier me tomaba en sus brazos y en la cama me decía “Eres una loba, eres una fiera, eres mía, eres mía”, con una pasión que habría derrumbado el mundo entero entre mis piernas, apagando la luz del sol con un gemido y el suspiro final.

Esa manera en que Marcos me miraba hasta el más profundo dolor del alma y me decía “Eres perfecta, eres perfecta, tu cuerpo, tu inteligencia, tu independencia… Maga, hechicera, ¿qué me has hecho que todo me recuerda a ti?”, haciéndome sentir admirada, aceptada, vista realmente, descubierta detrás de mis máscaras y escudos.

Esa manera en que Etienne me cuidaba y desplegaba París para que me acogiera en su belleza y me decía “me encanta tenerte aquí, estas noches en que he dormido contigo, realmente he podido descansar, me das paz”, haciéndome sentir especial, importante, un verdadero trofeo que orgulloso presentó a sus padres, a sus amigos y paseó por toda su región natal de Bretagne.

Esa manera en que Roberto parecía el hombre perfecto para mí, todo lo que siempre merecí: inteligente, alto, guapo, exitoso, independiente, soltero, sin hijos, gerente general de una empresa a los treinta y dos años, con un maravilloso acento español, con interesante conversación, y me decía “soy muy orgulloso, vas a tener que decírmelo nuevamente, pero esta vez, te tengo que creer que lo dices de verdad”, con su exigencia que despertaba en mí unas ganas de someterme a sus pies y rendirme, sintiendo que al fin había encontrado quien podía llevarme a salvo y protegerme.

Esa manera en que Villanueva me buscaba aun cuando lo dejé ir, aun cuando no tenía cómo contactarme, me encontró, y cada cierto me decía “Hola guapa, hoy me acordé de ti, ¿qué haces hoy?”, que me hacía sentir como una mujer que deja marca, huellas profundas, inolvidable.

Los nombres, hombres, recuerdos, olas reventando en la orilla de mi vientre húmedo, sube la marea y siento el impulso de nadar hacia ellos, de volver rauda a esos momentos en que las canciones cobran sentido, ya no siento hambre, ni sed, ni siquiera ganas de fumar, sólo de intentarlo una vez más, de sentirme la mismísima isla del tesoro a los ojos de esos marineros que zarparon de mis corrientes, cuyas palabras me hipnotizaron como cantos de sirena, tan bellos, tan melodiosos en sus labios, que me hicieron perder el rumbo, directo a la tormenta, con tal de sentirme niña, amante, perfecta, cuidada, afortunada, especial. ¿Y qué pasa si esta vez sí? ¿Qué pasa si esta vez no naufragamos y me dicen lo que quiero oír? Tal vez ya ha pasado la tempestad y, en mejor clima, podemos navegar hasta el horizonte…

Tomo el celular, y en un arrebato irreprimible quiero llamar a Patricio. Entonces, como un rayo penetrando el mar, recuerdo que el mismo que me decía “bonita, eres el tesoro que tuve la suerte de descubrir, le has dado un sabor distinto a mi vida, me has hecho volver a sentir”, el que me enseñó a cocinar pie de limón y siempre me dejaba una dulce sorpresa en mi escritorio cuando podíamos vernos en el trabajo, el que se quedaba mirándome y acariciándome el rostro como si yo fuera una aparición, una especie de princesa que él no creía llegar a merecer, él, Patricio, es el mismo que no luchó por nuestro amor. El mismo que ante la complejidad de tener que compatibilizar su tiempo con su hijo y conmigo, ante la primera pelea, decidió por ambos terminar lo que apenas comenzaba; el mismo que cuando le dije que me iría, ni siquiera intentó detenerme. Mediocre. 

Dejo de lado el celular. 

Y lo vuelvo a tomar, sintiendo un deseo intenso de llamar a Javier. Entonces, como un motín, recuerdo que el mismo hombre que llegaba a mi departamento casi corriendo ante mi invitación y que, al yo abrir la puerta, me capturaba en un beso contra la pared, tantas noches de piel, clavando su mirada en mis ojos, rasgándome la piel aferrándome a él y me decía “eres la mejor, ¿por qué eres la mejor en todo?”, tan hombre, tan masculino en su tacto brusco y suave a la vez, él, Javier, es el mismo que luego me dijo: “sí, te quiero, pero quiero más mi libertad”, destrozándome toda esperanza, casi sentí el sonido de mi corazón al quebrarse, ¡maldito!, no me bastaban tus noches, yo merecía tus días también. Es el mismo que tuvo miedo a enamorarse de mí. Cobarde.

Mis dedos buscaron impacientes el número de Marcos. Entonces, como si se partiera el mástil de mi barco, recuerdo que el que plasmaba poemas describiéndome como un fruto primaveral, y me exaltaba como la protagonista de una novela milenaria, él, Marcos, es el mismo que sólo ante mi pregunta directa me confesó que estaba casado y tenía dos hijos, el que semana tras semana me hacía esperarlo, para luego cancelar por alguna contingencia o panorama familiar. Sinvergüenza.
Etienne es el mismo que nunca me pudo hacer sentir nada en la cama. Roberto es el mismo que nunca más me invitó a salir. Villanueva es el mismo que sigue eligiendo a su novia.

Todos los nombres, todos los hombres, así como me deslumbraron y llevaron a sentir como una estrella en el cielo, luego decidieron dejarme en la más absoluta obscuridad, como un vestigio de la tempestad, casi ahogándome en la inclemencia del oleaje, apenas arrastrándome para alcanzar la arena. Los mismo, son exactamente los mismos.

Y, súbitamente, como un haz de luz que se abre paso entre las nubes, la verdad, la certeza. Ya no es autocontrol, ya no es estrategia, ahora sinceramente no los quiero llamar. La idea de dejarles un mensaje, carnada para ver si pican, se me hace una traición, imperdonable ultraje hacia mí misma, masoquismo, autoflagelación. Como si yo fuera un nombre, un hombre más, otro que promete y no cumple, otro que ama y olvida, otro que pide y no da, uno más que se acerca tanto y luego abandona. Y ya no es culpa de ellos, ya no serían ellos los bandidos, los piratas; si los vuelvo a llamar, si me volviera a aventurar en esos mares, sería yo la que se expone al desprecio, al silencio, sería yo la que voluntariamente se tiraría borda abajo, y contra toda razón, negara la irrefutable evidencia de que no me han amado, que pueden haberme visto, valorado, deseado, incluso apreciado, pero que no me acompañarían jamás a surcar los océanos hasta el atardecer.


Entonces, como un conjuro y acto de amor, apagué el celular, tomé la toalla y salí de la tina.

sábado, octubre 28, 2017

Para ti, mi lector secreto, que sé que estás ahí, observándome en silencio, que te bebes mis palabras mientras te ahogas con las que no te atreves a decir; para ti esta exhibición, este descaro, que podría ser más perfecto, como críticamente debes estarlo analizando; sin embargo, es, existe, y te lo regalo.

¿Podrás recibirlo sin cuestionarlo? ¿Podrás disfrutarlo sin buscarle el misterioso significado? ¿Podrás dejarte acariciar por mis palabras y llenarte los ojos de esta exhibición sin asumir de mi parte ninguna intención?

Hace un tiempo ya sospechaba tu presencia, tu mirada contemplándome desde su escondite, podía sentir tu atención en mi ausencia. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me viste, desde que realmente me viste dejando caer el velo y desde que te asomas, te preguntas qué bellezas, qué locuras hay ahí.

Detrás del velo, en la desnudez de la verdad, existen tormentas y marejadas, hay sueños e historias, manos de seda y labios con sabor a Chadonney, una pasión desgarradora, tulipanes rosados y una guitarra, ¡vaya festín he preparado!, y una mesa vacía, un hogar hermoso que nadie habita.

Dime, lector secreto, ¿qué haces aquí? ¿Por qué recorres estos parajes descalzo, pisando con cuidado para no hacer ruido? Sé que, en el fondo, quieres ser descubierto, sé que la prudencia te aconseja mantener siencio y luego, te traiciona el deseo, pero, ¿qué deseas? Cuando corres, ¿de qué escapas? Cuando me miras, ¿qué esperas encontrar? Cuando me lees, ¿qué sientes?

Yo puedo pasearme por aquí, modelar por una iluminada pasarela, desplegar gala de sonrisas, brillantes piernas, tibias caricias de mi pelo entre los dedos, conjuros en los ojos, hechizos en mis suspiros. Puedo ser el mejor espectáculo, pavonearme con una seguridad arrolladora, bailar como una llama que ilumina la habitación, puedo, y de hecho, lo hago, quiero, lo disfruto, por el solo placer de subirme a la mesa y hacerme notar. ¿Puedes tú contemplarme y beber tu whiskey en calma, mientras ese fuerte sabor quema al bajar por tu cuerpo? ¿Puedes olvidar tu inteligencia y confesar? Yo te regalo estos vocablos, esta exhibición, no son palabras al viento, han sido escritas, proclamadas en alta voz, paridas con un lápiz e irreverencia, con la más absoluta de las impertinencias; no obstante, estoy tranquila, pues tú has sido imprudente primero, transformando una reunión en una cita, con tus detalles y la rosa. Ahora, dime por qué, y no digas curiosidad, porque ya sabes lo que le hizo al gato; no digas no sé, porque no te creería; no digas es mejor que me vaya esto ha sido un error, porque de ellos se aprende...

¿Qué podemos aprender esta noche, mi querido lector? ¿Cuántos idiomas para poder describir la realidad? ¿Cuántas copas antes de que derramemos en la mesa la verdad?

Vamos, despeja la garganta, que es tu turno de hablar.

domingo, agosto 07, 2016

Color sol

Estamos en la terraza del último piso del hotel seleccionado para que me pudieras visitar mientras te visito. Me baño de esa tibieza color sol anaranjada en la piel, con gotitas brillantes de agua que aún no se absorben tras emerger de la piscina, y tú, desde la sombra contemplándome, fumando un cigarrillo, analizando si ponerte de pie o no, con miedo de si romperás la fantasía o de, si no lo haces, perder el momento.
Disfruto de pasearme en toalla, contemplando la vista y bebiendo una copa de vino; tú mirándome libidinoso y yo jugando a no saber cuánto te mueres por penetrarme. Jugando a que somos dos amigos literarios, y que simplemente viajé a tu país para compartir algunos textos, conocer tu ciudad y ese famoso atardecer.
Me inclino hacia ti, como para comentarte algo sobre el hotel, alguna banalidad, alguna duda logística, algo como “¿subirá mucha gente a la terraza a estas horas, o estaremos solos?”. Tú me contestas aprovechándote de la soledad, levantando mi toalla y agarrando con tu mano amplia mi trasero bronceado. Pego un leve gemido, me gusta sentirte poderoso, impaciente a mi cuerpo, y te pregunto:

-¿Me vas a mostrar la ciudad, o no? –paso mi lengua por tu cuello y me incorporo, porque también me gusta hacerte sufrir.
-Te voy a hacer el amor en esta terraza –me dices con rabia, mientras me alejo y vuelvo a cubrir con la toalla.
-¿Y si llega alguien?
-Nos verá.
-Lo dices como si fuera algo que enriqueciera la experiencia. Lo dices como si de verdad fuera a pasar, como si hubiera alguna manera en que me pudieras conquistar – y me voy riendo al dejar caer esas palabras.
-Preciosa, ya estás conquistada y sometida. Que no te des cuenta aún es encantador.
-¿Ah, sí? Al único que veo aquí impaciente de perder los pantalones eres tú –respondí ofendida y desafiante. Apagaste el cigarro y te levantaste al fin, y sin dejar de mirarme a los ojos te acercaste hasta que la distancia entre tu boca y la mía se pudo medir en suspiros.
-¿Ah, no? A la única que veo aquí sin pantalones, que tomó un avión y viajó a otro país para conocerme eres tú-. Me tomaste bruscamente por la cintura con tu mano derecha, haciendo volar las gotitas que aún humedecían mi cuerpo, y con tu mano izquierda apresaste mi cuello, obligándolo a aproximarse hasta el beso. Forcé para zafarme, molesta por la osadía, por la intrepidez, por el descaro… por la verdad… Solté la toalla, te saqué la polera y el sol contempló tibio nuestra exhibición.



Como puedes ver, las cosas que no han pasado entre nosotros ya han pasado de algún modo.

viernes, enero 15, 2016

Mis amantes

Anoche un alma parecida a la mía me recordó algo que hace tiempo había aprendido, algo que por dolor dejé de hacer, y que transforma la mera existencia en vida: tener un amante. ¡Hay que buscarse un amante! #JorgeBucay no podría haberlo dicho mejor, más claro...


Recuerdo un tiempo, que parece tan lejano, en que yo tenía muchos amantes, y mis amigas me preguntaban de dónde sacaba tiempo para salir con todos. Recuerdo que vivía cansada, pero era un cansancio del bueno, de ese que te hace sonreír y levantarte entusiasmada porque hoy tendría un encuentro con uno o varios de mis amantes. Dormía poco, sonreía mucho, y pocas veces me he sentido más viva.


Últimamente he sido infiel, he estado cansada y triste, pero de ese cansancio que no se pasa descansando, por más fines de semana que me permito pasar en cama viendo Netflix no abandona mi cuerpo, y el dolor se asienta como un peso titánico, colosal. Y entonces, me miro al espejo y recién recuerdo aterrada que soy joven aún, ¿cómo sobreviviré si a mis 28 años siento que hubiese vivido 100, cómo seguiré adelante si estoy tan, tan cansada? Ahorro toda la energía que puedo para levantarme de lunes a viernes e ir a trabajar, los findes de semana salgo sólo si es el cumpleaños de alguien muy importante, un matrimonio o una despedida, a veces, ni siquiera así. Salgo a comprar para que tengamos todo lo necesario en nuestro búnker y seria todo. Por eso, me pregunto, si ahorro tanta energía que antes utilizaba en mis amantes, ¿por qué sigo pobre, menesterosa de ella?


Y gracias a un par de almas buenas, recordé lo que ya sabía, recordé que la energía se genera en la medida en que se utiliza, y que la pasión de los amantes es el mejor generador, ¡pura adrenalina!


Y yo les he sido infiel, a todos mis amantes los he abandonado, excepto a uno que sólo puedo visitar una o dos veces al año: viajar. ¿Cómo pude haberlos dejado? De puro cansada me alejé, pero los extraño a todos: la literatura, el teatro, la guitarra y el canto, mi saxofón, la fotografia, el deporte, Visionarios, hacer ayudantías, organizar jornadas y eventos... Me cuesta creer que soy la misma Valeria que en el colegio era capitana de volleyball, directora de una compañia de teatro donde escribía, dirigía y actuaba las obras que presentábamos, participaba en el taller de debate, tocaba saxofón en la banda del colegio y era presidenta de curso, manteniendo el promedio más alto de la generación. La misma Valeria que en la universidad tomaba más ramos de los reglamentarios, hacía ayudantías de liderazgo y de recursos humanos, participaba en el taller de teatro y en la sociedad de debate, jugaba volleyball o iba al gimnasio, estaba en la directiva de Visionarios y lideraba una organización universitaria llamada Voz UAI.


Oh... tenía tantos amantes... Ningún hombre me ha hecho sentir más viva, más plena, más segura y más enérgica que mis amantes. Porque los amantes no son necesariamente personas, son pasiones, que te sumergen en el amor propio, el amor más duradero.


Doy gracias a Katherine por compartirme este texto de #JorgeBucay, por recordarme que no necesito más horas de sueño para tener más energía, necesito más pasiones que me quiten el sueño para darle sentido a mi vida.


¡Así que llámenme promiscua!, pero volveré a buscarme más de un amante, empezando por la literatura, la guitarra y, en cuanto mi cuerpo se recupere, el gimnasio.



http://www.leonismoargentino.com.ar/RefBuscarAmante.htm


miércoles, agosto 13, 2014

¡Adiós, Papito! Nos vemos en el cielo

    Gilberto Olivares, o Richard Gere, como se solía presentar muy humildemente,  es un hombre con dos almas: el alma de la fiesta, y un alma de niño.

      El alma de la fiesta porque es técnicamente imposible que pase desapercibido en reuniones sociales, siempre se ofrecía para animar cualquier evento del trabajo o familiar, le encantaban las luces y los escenarios, pero sobre todo la música. Muy pequeño empezó a tocar guitarra para poder cantar las canciones de Cat Stevens, luego fue el piano, la armónica, la flauta, el pandero, el acordeón… Qué coqueto que bailaba cueca, qué orgullosa que me sentía de compartir vueltas en ocho con un bailarín tan agraciado… ¿Y lo vieron bailar rock&roll con mi tía Vicky? Era digno de una película. Donde fuera que lo invitaran a canturrear llegaba con su guitarra y sus doce archivadores con canciones, porque se sabía sólo tres de memoria, y aprovechaba de contar los chistes que había escuchado y anotado en su celular para que no se le olvidaran.         

Y el alma de niño, escondida detrás de ese carácter fuerte, salía a borbotones para quien supiera escuchar. Escribía cuentos para niños, adivinanzas y sobre todo canciones infantiles, con seis volúmenes de “La Acuarela del Tío Gilberto”. Le encantaba el teatro y sobre todo los disfraces, tanto así que ayudó a su familia a fundar la tienda de disfraces de “El Duende Cajellero”, donde modeló varios de los trajes. Tiene la colección más impresionante que puedan imaginar de juguetes, más de mil figuritas de monitos de caricaturas. Aunque no es lo único que coleccionaba, supongo que surge de su deseo infantil de tener un museo, porque coleccionamos también monedas y billetes antiguos, estampillas, radios antiguas y victrolas, figuras de caballos, botellas azules y botellas de vidrio antiguas, conchitas de mar, adornos de bronce y autos de juguete. Siempre quiso ser como Walt Disney, a quien admiraba por construir un mundo de fantasía, y no se daba cuenta que efectivamente sí era como él, que sí construía a su alrededor un mundo donde todo era posible si trabajábamos duro para lograrlo.

Sin embargo, no voy a exagerar en mis palabras, sé que este hombre de dos almas podía tener una forma bien desagradable de decir las cosas, sin filtro, con una honestidad brutal, absolutamente incapaz de guardarse su opinión, y al mismo tiempo con una capacidad impresionante para poner nerviosa a la gente, para narrar las situaciones de tal manera de tener la razón y para ser más exigente que la voz de la consciencia. Ni se les fuera a ocurrir tener la televisión prendida mientras conversamos o interrumpirlo sin dejarle terminar su punto… La verdad es que podía ser bien pesado e impertinente, pero casi todas las veces hacía suyos los problemas que le contaban y trataba de buscarle una solución, ayudar de alguna manera. Y si era exigente, era porque quería que todos sacaran lo mejor de ellos mismos, que se superaran.

Cuando supimos que tenía cáncer, el 9 de agosto de 2011, les dije a mi papás: “Este es el plan: vamos a ser todo lo felices que podamos, todo el tiempo que podamos”. Y así lo hicimos, nos dedicamos a salir, a ir a comer a bonitos restaurants,  a ver películas, a asistir a conciertos, a leer muchos libros, a darnos el tiempo de tomar un café cortado, a tener muchas tertulias de vino y guitarra, de chistes y canciones. Nada se dejaba para mañana, la vida la vivíamos a propósito y  compartíamos cada instante, nos regaloneábamos, nos dábamos gustitos, nunca nos íbamos a dormir sin decir buenas noches.

              Pero lo que más hicimos para cumplir nuestro plan fue viajar. Mi papá siempre decía que una de las cosas que más le gustaba hacer en la vida era viajar. Así que en diciembre de 2011 envié a mis papás a Buenos Aires, en febrero 2012 nos fuimos al sur de Chile, en abril de ese mismo año viajamos a Disney gracias a Andrómaco, y en agosto conocimos la inigualable Isla de Pascua. En enero del 2013 fuimos a Río de Janeiro y Buzios, y en agosto al Cuzco y Machu Picchu. Tenemos miles de fotos de tantos bellos e inolvidables momentos.

              Fue una época extraña, porque era por un lado, el peor momento de nuestras vidas por esta desgarradora enfermedad sin cura, y al mismo tiempo, el mejor momento de nuestras vidas porque disfrutamos como nunca, las palabras cariñosas no se guardaban para después y las disculpas se pedían en menos tiempo. No sé si dejamos de tener otros problemas o las cosas que antes nos hacían problema ahora parecían simples y superficiales, todo por la urgencia de ser felices, ahora ya.

              Y cumplimos el plan, ¿cierto, mami? Me encargué personalmente de convertirme en la hada madrina de sus cuentos y nos dedicamos a cumplir sus sueños… Quedaron algunos sueños sin cumplir, como ver la parcela convertida en un parque, como ver el departamento que me compré terminado, como ver construida la casa de Manott, como ver crecer a su nieta… Sí, quedaron algunos sueños sin cumplir, pero estoy segura que aunque viviera hasta los cien años se iría con sueños sin cumplir, no porque no luchara por cumplirlos, sino porque no paraba nunca de soñar.

              Cumplimos el plan. ¿Y ahora? ¿Ahora que mi papito ya no estará? Bueno, ahora el plan es el mismo: ser todo lo felices que podamos, todo el tiempo que podamos, teniendo sueños que inspiren el futuro, pero viviendo el presente.

Siempre le preocupó la trascendencia, decía que él no se podía morir sin dejar una huella, un legado, y creyó dejarlo en las canciones que escribió y compuso, no sólo infantiles, también folklóricas y baladas. Pero su trascendencia va más allá de lo artístico, está en sus mensajes, en todas las personas que tocó con sus palabras mostrándoles otra manera de mirar, en todos a quiénes inspiró con su ejemplo de fortaleza, perseverancia y de disfrutar la vida a pesar de los problemas, de no dejarse abatir.


              Mi papá me enseñó que no es valiente quien no tiene miedo, es valiente quien, a pesar del miedo, sigue adelante. Mi papá me enseñó que no es fuerte quien no siente dolor, es fuerte quien, a pesar del dolor, sigue adelante. Así que no puedo prometer que no sufriré, de hecho, tengo miedo y esto me duele como  nunca nada me ha dolido, el dolor es incluso físico, pero sí puedo prometer que seguiré adelante. Él nos ha dejado muchas enseñanzas, nos dejó preparados para que podamos seguir adelante.

martes, junio 24, 2014

Adiós, Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez me enseñó que en la literatura todo es posible,
como que las niñas que desobedecen a sus padres se convierten en tarántulas con cara triste, 
o que un hombres viejo tenga alas y se debata si es ángel o gallina gigante.

Me enseñó que en la literatura nada es ridículo,

Ni títulos interminables como "La increíble y triste historia de cándida Eréndida y su abuela desalmada", ni que se desmantele y queme un pueblo por el rumor de que algo terrible va a pasar...

Me enseñó que el arte no surge con palabras bonitas, sino con la belleza de la creatividad.
Me enseñó que una novela no es buena necesariamente si recuerdas la historia, 

es buena cuando recuerdas qué sentiste al leerla.
Me enseñó que el único límite de la literatura es la imaginación del escritor.

Y fue uno de los que me enseñó, entre página y página,
que la literatura es mi verdadero amor,
que cada noche deseo la compañía de un libro antes de dormir para poder soñar,
que la trascendencia es que un libro lleve tu nombre en su portada,
y que la inmortalidad es que te lean incluso después de morir.

Gabriel, no por el premio Nobel, por la creatividad surrealista de tus palabras, te leeremos cien años, ¡mil años!, porque mientras existan escritores como tú, no habrá en mis noches soledad...

domingo, junio 15, 2014

Fulgor


Sus ojos aguamarina certeramente se clavaron en los míos, su tiro no dudó un segundo, no se desvió un milímetro, directo al blanco me iluminó, me capturó con sus ojos precisos, preciosos.

Giro levemente el ángulo para liberarme y pestañear, para sentirme dueña de mí misma otra vez, para recordar que el mundo es más que sus ojos, que no se ha detenido y que existen otros colores, otra realidad distinta que su ser, aunque parezca inconcebible, aunque se me haga despreciable la sola idea, aunque en sus ojos sintiera que no había más búsqueda sólo certeza y pertenencia, que al fin, que era él y era yo. 



Y entonces, mi mirada se topa con un nuevo destello, una luz enceguecedora, encandilante artilugio proveniente de su mano fuerte que casi me apunta, que me pareció me indicaba, me mostraba como un ataque, me sometía y rendía con su fulgor, casi caigo de rodillas, mientras el mundo entero se derretía: su argolla de matrimonio.

martes, abril 09, 2013

Punto de inflexión

Ese breve segundo en que decidió compartir conmigo más que palabras cordiales y bien intencionadas, más que bromas controladas, más que rutina y deber. Su voz fue luz y el contenido, secreto; algo íntimo y verdadero, pedacito de alma, cuerpo sin escudo, vulnerable.

Ese mágico segundo en que realmente lo vi y realmente lo escuché, y entendí lo hermoso que era. El privilegio de la confianza y la fortuna, la fortaleza de saber valorarla. El compromiso con su desnudez y el arrojo para protegerla, no con ropajes y finas sedas, con espejos, miles de espejos que lo exhibieran tan bello como yo lo vi, y le convencieran.

Ese bello segundo, punto de inflexión. Eres más humano ahora para mí.

lunes, diciembre 24, 2012

Carménère


Todo comenzó con un cuento que quizás le escribí. Continuó con los que él efectivamente escribió, robándose pedacitos de gente, exaltándolos, deformándolos. Se acentúa con textos antiguos que les escribí a hombres insignificantes que amé y embellecí con mis palabras. Y se evidenció con los poemas que él admira y sueña haber escrito.

Sus ojos amarrados a los míos y sus labios saboreando cada verso, queriendo que entibiaran mi piel, incrédula aún, no puede ser, debo estar imaginando esto, debo estar exagerando la percepción, un hombre adulto, inteligente, atractivo, amante de la literatura como él no puede estar seriamente tratando de aproximarse coquetamente a una chiquilla que nació cuando él estaba en segundo año de abogacía…

-¿Te das cuenta que es evidente que, si estuviéramos solos en este momento, estaríamos desnudos?

El restaurant enmudeció y sólo escuché el trinar de su copa al tocar la mía, despertándome del sopor de la vida a una realidad que ocurre mientras todos trabajan, comen y aman normalmente, que se desarrolla paralela y escasa, y que sólo sospechamos al gozarla en películas y novelas, como espectadores siempre.

Siempre, pero no esa noche de vino, donde fuimos personajes principales y único elenco.

Fui consciente entonces del juego de mi pelo, de mis dedos en la boca, de mi sonrisa provocadora, de mi escote perverso; de sus palabras como hechizos, de su cuerpo atlético, de su corazón herido, de la ironía como defensa, de su mano en la mía, de su sed intensa.

Y fui el vino, burdeo en mis labios, sin derramarse en los suyos, como una leve tortura de emperatriz. Entonces, él dejó de ser hombre y fue espejo, al mirarlo no veía nada más que mi reflejo, mi figura exaltada, mis pestañas de Cleopatra.

Todo lo atractivo de él era yo misma, y si tocaba su mano era por sentir mis dedos hábiles, si le dirigía algún elogio era sólo por escuchar mi voz, si confesaba mi corazón era sólo por convertirlo en mi esclavo. Y me vi.

Hombre, eres útil más allá de los placeres del cuerpo, eres accesorio que me muestra quién soy, quién puedo ser.

Sentí el Carménère de mi sangre, uvas en mi boca, el viento en mi vestido, la tierra sometiéndose a mis pies. Yo era dueña de ese lugar, podría romper las copas si quisiera, subirme taconeando a la mesa, desnudarme y gritar: espejito, espejito, ¿quién es en la tierra, de todas, la más bella?

-Quisiera alargar este prólogo para siempre –me dijiste, pero en mi pecho este era el clímax, no hay nada que puedas ofrecerme más fascinante que lo que ya me revelaste, y eso te hace mágico, espejito mágico.

lunes, julio 09, 2012

El tercer párrafo


Arriba de la mesa se me ofrece coqueto, tentándome frente a todos mis compañeros del taller; exquisito, dulce, irresistible. La humedad en mi boca aumenta y se me va el cuerpo a su proximidad: cedo a llevarme a los labios otro cuchuflí bañado en chocolate con esencia de frambuesa. Orgasmo comestible, pedacito de cielo hecho comida, el curita se dejará mis libros para absolverme de este pecado. Pero preferiría saborear sus dedos, que ellos me construyeran en un cuento o que simplemente me señalaran dónde ver a los peces plátano.

Arriba de la mesa ahora mis codos sosteniendo la  cabeza que lo escucha, buscando críticas inteligentes, cometarios sublimes, una interpretación profunda, alguna palabra ácida para que no me descubra. Ya leí su cuento en mi casa, tratando de reproducirlo en su voz de hombre, en sus pausas, en ese momento en que le falta el aire y sufre levemente para terminar la frase.

-¿Comentarios? –pregunta Luis, y siento que me desafía, que el silencio de todos los que me rodean me espera. Pero ya no soy objetiva, no logro distinguir si me gusta su prosa o el movimiento que realiza su boca cuando la lee en voz alta, y el veredicto puede dejarme en el centro del Coliseo, cuando el que se juega la vida y expone el alma es él.

-Me gustó tu cuento, de hecho, me gustó tanto que quisiera invitarte, esta noche en el happy hour, a una copa de vino, o a un café con piernas,  a una parrillada mitad papas  harinosas o a un velorio. Podríamos bailar cueca o plantar un árbol de flores rojas, te tomaría la mano mientras vemos la película que nos recomendó Gervasio o una violación en el video de seguridad que subieron a Youtube, me pondría un vestido de novia con encajes y me pintaría sombras azules en los ojos, la boca roja como cereza, o tal vez una túnica negra para que me confundas con la Mona Lisa y me quieras hablar, aunque titubees, aunque le hayas metido un balazo en la cabeza a un político influyente con la pistola que Anabel te prestó.

-Lamentablemente esta noche no iré al happy hour –me habría respondido si hubiese sido honesta en mi comentario ese viernes.

                Camino haciendo equilibrio en la cuneta y me imagino al espejo golpeándome con mi rostro sin dientes y un avión iluminándome de lleno con su foco. Tropiezo y fallo, queda el sabor de la derrota, pero me envalentono como si la culpa la tuviera el vino, y me decido, no envejeceré con la duda de si me hubieras acompañado a sacar de su casa al soberbio tipo que no quiere salir, de si perseverarías conmigo golpeando la puerta hasta derribarla para que pudiéramos ponerle riendas al cuello, amarrarlo a la mesa y darle de latigazos con tu corbata mientras lo atormentan miles de brazos que brotan como cisnes desde el mar.

                La Virgen de Fátima me recomienda que sospeche de la emoción, que no escriba hasta que muera, que borre los primeros tres párrafos, que me enfoque en las tres primeras líneas, que le dé particularidad y que no me explique, pero no puedo soltar el lápiz que llevo intermitentemente a mi boca como me llevaría cada uno de tus lunares, y te digo llega, llega, ¡llega!, ¿que no ves que están todos y tú no estás?, cruza la puerta de vidrio de la sala de reuniones, o el umbral del Café Escondido para pasarte este papel con mi número. ¿Servirá eso como detonante? Yo creo que bien valdría la pena acarrear cada una de las mesas de la terraza, aunque sude como un puerco, por la pura posibilidad de que me des un beso en la mejilla por error para luego arrancar, y aunque me llegara una patada en el hocico como a un perro, señalaré la verdad, nadie me puede decir que un animal no puede narrar y sólo un animal se calentaría con una niñita de siete años, pero yo me siento en el tronco junto a la playa o en la micro junto al ladrón que se subió sin pagar, y, con una flor en la mano o una semilla buscada de pueblo en pueblo, aguardaré el momento en llegues y yo te pueda decir:

-Te estuve esperando todo el día, toda la vida.

Hoy es la última clase del taller, la última oportunidad de tirarme a la piscina, y ya no tengo tiempo de comprobar si el tono celeste que vislumbro corresponde efectivamente a agua o solo a la pintura en el cemento. Por eso, como el hombre que botaba a las mujeres, debo estar preparada con un pañuelo de género en el bolsillo, pues aunque los Honorables Magistrados dictaminaran que no puedo verlo aquel día que antecede a la luna menguante a la hora crepuscular, encontraría la forma de ser omnisciente con foco en su tercera persona.

Esta tarde, antes de irme, le dejaré mi carnet de identidad, mi licencia de conducir, mi rut o mi patente, y esperaré su aroma de pino y arena en la cueva que ampara los espejos de mis miedos. O tal vez termine de leer este cuento y alegue que es mera ficción y estrategia narrativa, una simple tomadura de pelo al lector a quien hay que engañar.

Arriba de la mesa ofrezco coqueto mi número de celular, que lo anote quien quiera ser el protagonista de este cuento.