Gabriel García Márquez me enseñó que en la literatura todo es posible,
como que las niñas que desobedecen a sus padres se convierten en tarántulas con cara triste,
o que un hombres viejo tenga alas y se debata si es ángel o gallina gigante.
Me enseñó que en la literatura nada es ridículo,
Ni títulos interminables como "La increíble y triste historia de cándida Eréndida y su abuela desalmada", ni que se desmantele y queme un pueblo por el rumor de que algo terrible va a pasar...
Me enseñó que el arte no surge con palabras bonitas, sino con la belleza de la creatividad.
Me enseñó que una novela no es buena necesariamente si recuerdas la historia,
es buena cuando recuerdas qué sentiste al leerla.
Me enseñó que el único límite de la literatura es la imaginación del escritor.
Y fue uno de los que me enseñó, entre página y página,
que la literatura es mi verdadero amor,
que cada noche deseo la compañía de un libro antes de dormir para poder soñar,
que la trascendencia es que un libro lleve tu nombre en su portada,
y que la inmortalidad es que te lean incluso después de morir.
Gabriel, no por el premio Nobel, por la creatividad surrealista de tus palabras, te leeremos cien años, ¡mil años!, porque mientras existan escritores como tú, no habrá en mis noches soledad...
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