Honestamente, me da pereza otro hola cómo estás,
bien y tú, bien también, cuéntame de ti… y todas las preguntas y respuestas para
identificar rápidamente si tenemos alguna característica, condición,
preferencia, gusto o rasgo que no estamos dispuestos a bancarnos o que
simplemente no va en línea con lo que estamos buscando, para descartarnos de
una vez y no perder el tiempo. Y descartamos tanto, que a veces me pregunto si
vale la pena el tiempo.
Y entonces recuerdo que tú apareciste de un hola,
cómo estás, y aunque ya desapareciste rompiendo mi corazón, todo, todo valió la
pena, cada minuto de mi tiempo.
¡Qué ilusa yo! Pensé que el interrogatorio y la
evaluación había terminado cuando me besaste y decidimos exclusividad. ¡Qué
ingenua yo! No darme cuenta de que seguías averiguando si yo calzaba en lo que
estabas buscando, y cuando, a los casi tres meses me descartaste para no perder
más tu tiempo, me pilló por sorpresa.
Sigo sorprendida, la verdad. Sigo dolida, verás.
Sigo esperándote, contra toda lógica. Y te extraño, a mi pesar.
Te extraño.
Extraño esos chiquillos que se conocían con
asombro y una sonrisa en los labios, con ilusión y las manos temblando, con
miedo y los ojos incrédulos de la reciprocidad a pesar de ir develando quiénes
somos en realidad.
Y sé que no debería interrumpir tu proceso
silencioso de darte cuenta de que en realidad me quieres y de que vas a volver,
pero necesito gritarte que te extraño, que aún te deseo a mi lado, para jugarme
ya mi última carta y reencauzar tu rumbo en caso de que, en realidad, me estés
olvidando.
Y yo ya debería saber que mis palabras nunca han
logrado cambiar las decisiones tomadas por los hombres, pero palabras es lo único
que me queda por entregar, porque ya te he dado todo lo demás. Suena
desesperado, lo sé, escucho la súplica en mi voz, y veo mi dignidad rodar por
la escalera, pero en mi cabeza no se corona el orgullo, reina la consciencia
tranquila de quien fue honesta y confesó su sentir por si aún quedaba alguna
esperanza, por si te quedaba alguna duda, por si todavía albergaba un último
respiro este amor, que al menos muere sin ese peso en el pecho mientras exhala
triste, pero paz. Y ahora, que descanse en paz. Y tal vez, cuando ya haya
descansado lo suficiente, se me pase la pereza y yo vuelva a intentar un nuevo
hola, cómo estás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario