
A veces es tal la insistencia tuya de aparecerte que quisiera buscarte y al fin saber si estás bien; si no me estuviste llamando inconscientemente como pertenencia tuya que, lamentablemente, soy. Sin embargo, desisto, es inútil, todas estas cosas me pasan sólo a mí, sólo a mí se me tropieza tu nombre, porque tú fuiste mi primer amor, pero yo no fui el tuyo. No te guardo rencor, en serio, ya te perdoné, ya no te odio, ya no te amo, y no te reprocho que penetrarme esa primera vez haya sido para ti sólo una vez más y placer, en serio, a mí también me gustaría recordarlo así, pero no puedo, ¡maldita primera vez! Como un conjuro me tiene encadenada a ti, condenada a recordarte, a ver tu fantasma, al impulso ridículo de ir a cuidarte… ¡Maldito primer amor! ¡Ya no te amo! Deja de atormentarme, yo lo di todo y mis piernas abiertas… yo sé que tú también diste algo, pero ya necesitabas otras piernas; y entonces te di mi perdón y mi venia. Por eso, te pido por favor, que me dejes ir, rompe el hechizo, no me llames más, ya no quiero ser tuya: quiero ser mía. Por favor, déjame ir, levanta la condena, expíame de la culpa de haberte dado aquella maldita primera vez con un gemido ahogado, por ser mi maldito primer amor idealizado.