Y cuando tus ojos se abrieron brillosos tras emerger de la piscina,
llenándome toda la cara,
supe que era verdad lo que creía:
a ti te trajo una estrella.
Debes haber escuchado alguna vez la leyenda de las Tres Pascualas,
las hermanas que se ahogaron en el lago de Concepción
por la pena de enamorarse de un mismo y traicionero amor…
Dicen que la luna se compadeció
y que sus almas subieron al cielo en forma de estrellas,
desde donde aún esperan
que vuelva el hombre que las besó
a cumplir su promesa,
formando el también conocido como Cinturón de Orión.
Pero no creo que hayas oído la leyenda de la Estrella de los Solitarios,
que brilla intensamente en línea recta bajo la hermana del medio.
Esa es el alma de un campesino amigo de las tres Pascualas, que siempre las amó,
esperanzado de que alguna de ellas le correspondiera su sincero sentimiento
que mantenía en silencio
como un secreto.
La leyenda cuenta que murió de pena junto al lago,
solo y desconsolado,
por no haber podido salvar a ninguna de las tres del suicidio.
La luna le permitió estar cerca de ellas, con el más intenso brillo.
Dicen que si tu corazón está herido y en soledad,
puedes pedirle a la Estrella de los Solitarios
a las doce de la noche del último día del año
que te traiga un amor sincero
para estos meses nuevos,
y que la pena quede sólo como un recuerdo,
junto a los meses viejos.
Y dicen que al poco tiempo,
te envía a la persona correcta,
porque él la vio desde el cielo…
Yo le pedí, mientras estallaban los fuegos artificiales,
que ahogara en el lago mi pena,
que si podía
que me enviara al amor de mi vida,
pero que me conformaba con su soledad brillante,
con mi corazón en paz.
Y entonces al poco tiempo te vi llegar,
y permutaste mis lágrimas por sonrisas,
alegrándome los días,
esperanzándome la existencia…
alegué coincidencia,
pero ahora que iluminas la cara mía
con sólo abrir tus pestañas crespas,
debes tener en los ojos el mensaje del astro,
que me indica que fue el Solitario:
a ti te trajo una estrella.
domingo, abril 19, 2009
jueves, abril 02, 2009
Tenue
La tenue luz de la calle, que intrusa se asoma por la ventana, a penas te acaricia la espalda. La habitación en penumbras y tus dedos ciegos dan a luz una melodía que llevará mi nombre.
Yo te observo, y me dejo amar por el piano que toca toda la piel de mi cuerpo con su música, mientras el tuyo se mueve involuntariamente para crear, para dirigir solemne diez soldados con órdenes estrictas de consentirme. O eso quiero creer…
La tenue luz a penas te acaricia la espalda, pero yo no logro verte titubear. Tus manos se deslizan por terreno conocido, logrando el sonido deseado a oscuras, sin errar, casi molestándote cualquier atisbo de luminosidad, a punto de gritarle a la tenue que no te toque más.
Yo tampoco necesito ver para la certeza inequívoca de lo deseado, pero sí para osar la cercanía en un movimiento, somos un nosotros y al mismo tiempo, terreno desconocido, país extranjero, ajenos… Tus manos jamás me harán canción, las mías nunca te harán poema.
La tenue luz a penas te acaricia la espalda, el piano me acaricia toda y yo no logro tu caricia. Es evidente en plena oscuridad. Sigue tocando esas teclas, amanecerá igual.
Yo te observo, y me dejo amar por el piano que toca toda la piel de mi cuerpo con su música, mientras el tuyo se mueve involuntariamente para crear, para dirigir solemne diez soldados con órdenes estrictas de consentirme. O eso quiero creer…
La tenue luz a penas te acaricia la espalda, pero yo no logro verte titubear. Tus manos se deslizan por terreno conocido, logrando el sonido deseado a oscuras, sin errar, casi molestándote cualquier atisbo de luminosidad, a punto de gritarle a la tenue que no te toque más.
Yo tampoco necesito ver para la certeza inequívoca de lo deseado, pero sí para osar la cercanía en un movimiento, somos un nosotros y al mismo tiempo, terreno desconocido, país extranjero, ajenos… Tus manos jamás me harán canción, las mías nunca te harán poema.
La tenue luz a penas te acaricia la espalda, el piano me acaricia toda y yo no logro tu caricia. Es evidente en plena oscuridad. Sigue tocando esas teclas, amanecerá igual.
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