domingo, mayo 27, 2018

Es hora de vino tinto


Es hora de vino tinto. Del vino tinto de la vendimia de mi corazón roto.

Me bebo mi propio dolor, en esta copa sangrienta, mientras hago un brindis con mi soledad.

Es hora de vino tinto. Es hora de brindar. Es hora de abrir los ojos.

Hace tiempo que no dolía así, así físicamente. Me hace sentir viva mientras muero, te concedo eso. Me hace sacarte de la cabeza y pasar al cuerpo, donde son posibles las anestesias de los vicios, del vino tinto, de la sangre de mi amor derramado en vano.

Me dueles, ¿sabes? Me dueles físicamente en el pecho, en ese mismo pecho que se le hacía pequeño a mi corazón del asombro, de la sangre caliente alborotándose por sentir la tuya en mis uñas, en mi piel, tu sabor en mi lengua, tus manos violentas, tu deseo oscuro.

¿Sabes? Ni siquiera te culpo, yo soy responsable de este dolor, me lo he provocado yo. Yo y mi insistencia, mi estúpida e ingenia ilusión, de que aún quedaba fuego en las cenizas, una pizca de calor. Pero las cenizas eran sólo yo, mis alas, mi cuerpo carbonizado, del que otra vez deberé renacer. Mas ya no quiero ser fénix, ¿sabes? Quiero ser alondra, quiero ser canto y primavera, aunque tenga sólo una vida y una muerte, aunque me mate el invierno y su primera helada, saber que al menos construí un nido de amor.

Dicen que mañana es otro día, dicen que al menos te debo agradecer la honestidad, que debe significar que de alguna manera soy importante para ti. Vaya premio de consuelo tu consideración, permíteme darte las gracias por la decencia, que al parecer ni con eso debiéramos contar. Pero también una pensaría que el brillo de tus ojos y la sed de tu cuerpo por el mío, tu voz gritándome “eres mía, eres mía, ¡eres mía!”, significaría que soy importante para ti; pero vamos, ¡¿qué sé yo?! Ave ingenua, ¿cuántas veces aún debo arder?

Dicen que mañana es otro día, quién sabe, tal vez mañana ya no me importe el amor, y con alas renovadas me aventure por otros cielos, donde sea hora de vino blanco, un dulce Chardonney, brindando por la fortaleza de emprender vuelo una vez más.