domingo, marzo 29, 2020

Nunca más escribiré


¿Qué será que tienes -o que careces- que no te puedo escribir, que no logra mi mano transformarte en poema, en prosa sentida, en conjuro literario de un hechizo romántico? ¿Será que no me necesitas para ser un personaje de cuento? ¿Será que tienes tu propio mérito y no requieres que te embellezca con mis palabras, que son tan acertadas y hermosas las tuyas, que me dejas en silencio? ¿Será que eres auténtico, que no debo desenmarañar el misterio con frases rebuscadas que justifiquen la falta de gestos? ¿Será que no precisas acomodaciones redactadas para ser un hombre bueno, para ser protagonista, para saberme a príncipe azul?

¿Será que no puedo creerlo? Que eres todo lo que siempre pedí, y que ahora que existes a mi lado, simplemente no logro darle crédito, y mis manos se quedan mudas, mis ojos perplejos, mi boca tímida, y mi siempre rápida astucia, totalmente paralizada, mi razón empecinada en encontrar la trampa, el truco, el defecto, calculando el momento exacto en que todo esto se viene al suelo, donde despierto del sueño, donde se desata el infierno, donde se me rompe el corazón… pero es que hoy no podría romperse, porque no te lo he dado, porque no ha sido necesario, porque te me has adelantado, porque me has querido tú primero, sin que yo te lo ofrezca a cambio… y es que no me cuadra, no entiendo, ¿por qué me quieres?, ¿qué he hecho yo para merecerlo? ¿Y qué hago yo con mi corazón si no debo dártelo, porque tú sí tienes uno y sabes cómo usarlo?

No puedo escribir porque contigo no hay esperas que llenar con vocablos, porque no hay noches angustiosas de deseo en tu ausencia, porque me tienes perfectamente satisfecha con tu presencia, porque no tengo que pedirle al cielo que se te alineen los planetas, porque me has dicho todo cuanto siempre quise oír, porque me permites quedarme con mi propio corazón y lo dejas latir, porque quieres verme vivir, porque no debo completarte, ni convencerte, ni sanarte, ni argumentarte lo muy feliz que serías conmigo para que te quieras quedar, porque te quedas incluso cuando te he dicho asustada que tal vez esto no vaya a funcionar.

Es que quién necesita un verso cuando se tiene el beso, quién añora la poesía cuando se tiene el abrazo, quién invoca metáforas cuando se tiene la realidad, quién construye obras teatrales cuando se gime el orgasmo, quién escribe novelas cuando dice “te quiero” y escucha “yo también”…

¡Y es que nunca más escribiré novelas! Nunca más buscaré alivio en el arte de cientos de páginas que me convenzan de la belleza de sufrir, porque me has condenado a ya jamás volver escribir sobre amor, nunca más con un lápiz describirlo, sino a contigo vivirlo.