¿Qué será que tienes -o que careces- que no te puedo escribir, que no logra
mi mano transformarte en poema, en prosa sentida, en conjuro literario de un
hechizo romántico? ¿Será que no me necesitas para ser un personaje de cuento?
¿Será que tienes tu propio mérito y no requieres que te embellezca con mis
palabras, que son tan acertadas y hermosas las tuyas, que me dejas en silencio?
¿Será que eres auténtico, que no debo desenmarañar el misterio con frases
rebuscadas que justifiquen la falta de gestos? ¿Será que no precisas
acomodaciones redactadas para ser un hombre bueno, para ser protagonista, para
saberme a príncipe azul?
¿Será que no puedo creerlo? Que eres todo lo que
siempre pedí, y que ahora que existes a mi lado, simplemente no logro darle
crédito, y mis manos se quedan mudas, mis ojos perplejos, mi boca tímida, y mi
siempre rápida astucia, totalmente paralizada, mi razón empecinada en encontrar
la trampa, el truco, el defecto, calculando el momento exacto en que todo esto
se viene al suelo, donde despierto del sueño, donde se desata el infierno,
donde se me rompe el corazón… pero es que hoy no podría romperse, porque no te
lo he dado, porque no ha sido necesario, porque te me has adelantado, porque me
has querido tú primero, sin que yo te lo ofrezca a cambio… y es que no me
cuadra, no entiendo, ¿por qué me quieres?, ¿qué he hecho yo para merecerlo? ¿Y
qué hago yo con mi corazón si no debo dártelo, porque tú sí tienes uno y sabes
cómo usarlo?
No puedo escribir porque contigo no hay esperas
que llenar con vocablos, porque no hay noches angustiosas de deseo en tu
ausencia, porque me tienes perfectamente satisfecha con tu presencia, porque no
tengo que pedirle al cielo que se te alineen los planetas, porque me has dicho
todo cuanto siempre quise oír, porque me permites quedarme con mi propio
corazón y lo dejas latir, porque quieres verme vivir, porque no debo
completarte, ni convencerte, ni sanarte, ni argumentarte lo muy feliz que
serías conmigo para que te quieras quedar, porque te quedas incluso cuando te
he dicho asustada que tal vez esto no vaya a funcionar.
Es que quién necesita un verso cuando se tiene el
beso, quién añora la poesía cuando se tiene el abrazo, quién invoca metáforas
cuando se tiene la realidad, quién construye obras teatrales cuando se gime el
orgasmo, quién escribe novelas cuando dice “te quiero” y escucha “yo también”…
¡Y es que nunca más escribiré novelas! Nunca más
buscaré alivio en el arte de cientos de páginas que me convenzan de la belleza
de sufrir, porque me has condenado a ya jamás volver escribir sobre amor, nunca
más con un lápiz describirlo, sino a contigo vivirlo.