sábado, febrero 16, 2008

El día del padre de Panchita

Tras la insistencia de los comerciales televisivos, las propagandas visuales, las promociones de rebaja y las preguntas de conocidos sobre qué regalarían este año, llegó el día del padre.

Francisca tenía sólo seis años y dos pesos en su monedero de juguete. Quería comprarle un set de herramientas a su adorado papá, pero en la revista de precios recibió la revelación de que, aunque se hubiera privado ya un par de veces de comprarse la golosina diaria, no podría darse el gusto de envolver en papel fluorescente lo que ella quería para su progenitor.

Esta angustia la invadió toda la noche de vísperas. Acudió a su hermana mayor en busca de consejo, pero había salido a una fiesta; probablemente ella ya había hecho la compra tras privarse de varios dulces… Acudió a su madre en busca de consuelo, pero recibió una sonrisa condescendiente:

-No te preocupes, hijita. Sólo regálale un abrazo, un beso y él estará muy feliz y agradecido –y la misma madre le regaló a su hija un abrazo apretado y un beso en la frente, pero la niña estaba lejos de sentirse feliz por la angustia y agradecida de la pobre solución.

Así debió irse a la cama, mas no a dormir. No podría, la culpa no la dejaba, ¡¿por qué fuiste tan golosa, Panchita?! Pucha, por esas torpes calugas ahora mi papá se quedará sin regalo y yo me quedaré con caries. Y ni siquiera estaban tan ricas… estaban muy duras… pero el chocolate del otro día sí que valió la pena… No, no… ¡Rayos! ¿Y cómo va mi papá a construir una mansión para mi mamá, un auto para mi hermana y una cuna para mi muñeca si no le regalo el súper set de herramientas para aficionados?

La intención de Francisca era permanecer toda la noche en vela con el fin de idear un plan maestro; sin embargo aún no poseía la habilidad de su hermana y cayó en su habitual profundo sueño.

Las risas sinceras de su madre en los oídos y el rayo naranja de luz en su ojo, devolvieron a la pequeña a la realidad. ¡Válgame! ¡¿Qué hora es?! ¡LAS ONCE DE LA MAÑANA! ¿Qué hago, qué hago, qué hago…? Las risas volvieron a inundar la casa, las de la madre, las de la hermana, las del padre… Estaban todos reunidos, tal vez ya celebrando el día del jefe de familia y disfrutando de los espectaculares regalos… Mi hermana le debe haber regalado un yate, porque mi papá siempre dice que el mar es lo más lindo que hay, que no es sólo agua azul, y por eso mismo ella sintió el deber de ayudarlo a darse cuenta de que está en un error, que sí es agua azul… Mi mamá le debe haber regalado un reloj mágico que nunca esté atrasado y que cuando él se despierte tarde, retrocede el tiempo para evitar los retos de su superior…

¿Por qué reían sin ella? ¿Por qué no la habían esperado para tomar desayuno y abrir los regalos? ¿Acaso sabían que ella había priorizado los dulces antes del regalo de su padre? Panchita se quedó un momento más en cama, podía fingir aún dormir hasta que las risas cesaran, hasta que la celebración y la ceremonia de apertura de regalos hubieran finalizado. Fingió dormir, trató de realmente hacerlo. Pero el rayo de luz entre las nunca bien cerradas cortinas insistía: Francisca, levántate, levántate, obséquiale a tu papi al menos el abrazo y el beso del que habló tu madre.

La niña se levantó. Y mientras se lavaba los dientes antes de bajar al comedor, se sentía pequeña y avergonzada por no proveer un regalo en el día del padre, ni una mansión, ni un auto… Ni un yate, ni un reloj… Ni una mísera caluga… ¡Ni medio martillo para el súper set de herramientas para aficionados!

-¡Feliz día, papito! –gritó Francisca entregándole al festejado un arrugado papel cerrado con uno de sus elásticos para el pelo.
-Gracias, hija, no tenías por qué moles… –pero la sorpresa y sobrecogimiento de Don Juan Luís Rojas no le permitió terminar la frase: su hija le regalaba un clavo que encontró cuando bajaba la escalera y ahora lo miraba con la más linda y radiante cara de satisfacción.
-¿Te gustó, papá? ¡Con él podrás construirle una mansión a mi mamá para que vivan para siempre, y un auto a mi hermana para que llegue a la hora que quiera, y una casa de muñecas para mí, y un yate para ti y el mar!

Don Juan Luís trató de no llorar: Panchita tenía razón, con esas cosas pequeñas podía construir su vida.

20 comentarios:

Santiago Paz dijo...

Me encantó el cuento. Me dió dos bofetadas heavies.


Beijos.


atte:
Paz

Anónimo dijo...

Esta muy lindo. Me gusto sentirme identificado con esas ideas locas que uno tiene de niño, con ese "no saber" lo que las cosas realmente cuestan en la vida. Es hermoso ser asi, puedes idealizar, todo es posible. No te has desilusionado ni te has encontrado con tantas trabas.

Uno deberia ser como un niño en ese aspecto. Como panchita, que creyo que a aprtir de un clavo seria posible levantar todos los sueños postergados.

Muy Muy lindo, me encanto el final.

Te amo.

Anónimo dijo...

Maravilloso cuento. Te seguiré la pista.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.

L. M. Armas dijo...

Ya extrañaba leer cosas tan buenas como ésta. Cada día me sorprendes más. Un beso bobo y estival.

mauk!

Santiago Arcos dijo...

Francisca no lo sabe, pero vivi� tres vidas en tres noches. En tres estrellas tres desvelos. En tres recuerdos tres deseos. En tres delirios tres de ti.

�Un secreto? �Una exhibici�n? Hay m�s de lo oscuro que de lo otro y entre el lugar donde te paras y el lugar donde me acuesto m�s de tres abismos prisioneros. Estamos lejos.


...y por sobre muchas cosas hubo calidez...

Roberto_Carvallo dijo...

vendré a sapiar por acá a ver que se teje...pues lo que bien ...lo encontre bueno...


adios chica guapa

Belén dijo...

Menudo regalazo!

Besicos

Damasco. dijo...

Mira por dónde que navegas sin problemas.

Besos.

Puli. dijo...

las cosas pequeñas sí que son importantes.

es un agrado leerte, te mando un dulce besito :)

Ana Ortiz dijo...

Me gusto mucho este cuento. A veces tendríamos que seguir con esa mirada de niña, y pensar q todo puede ser posible y que se necesita muy poco para lograrlo.

Enrique de Santiago dijo...

Un buen relato, muy decidor de las cosas valiosas de la vida

Santiago Arcos dijo...

Jaja, de las palabras rebuscadas muy probablemente, pero nací en este valle y nunca he ido muy lejos. No atravesé ni el desierto, ni la montaña, ni el mar. Ni los bosques. Ni el reino de los hielos y los misterios.

Así que no me conocías, hasta ahora. Aún, creo que soy más viejo de lo que debería, pero no mucho más que tú. Y tú ¿Quién eres que así escribes?

propenso dijo...

idealice a mi padre. Ahora vivo en una profunda decepción.
Como sea, buen cuento.
chao

Ana Ortiz dijo...

Hola, gracias x pasar x el blog.
Te cuento q son historias x capítulos. La primera terminó y la segunda comenzó el 7 de febrero. Si queres leer desde ahí podes engancharte con esta.
Besos

BELMAR dijo...

(( me quedo con tus besos tibios... ))

Basquiat dijo...

que relato tan especial, haciendonos recordar un poco aquellas pequeñas cosas, en este caso sabiduría entregada a través de la mirada de una pequeña niña.
muy bello, besos.

Verito dijo...

Gracias por tu comentario y tu critica la tendre presente.

cuidate

Un beso!

L. M. Armas dijo...

help me!

tengo magullado el corazón!

Anónimo dijo...

Excelente cuento. Te felicito. Me trasladó en el tiempo a los primeros días de mi niñez, y cuanto idealismo he perdido con los años...

.].ëXh!B¡ç¡øN!§Ta.[. dijo...

Gracias, anónimo.

Yo escribo egoístamente, sólo para que a mí me haga feliz... es hermoso ver que aún así toco a otros.

Nunca me habían posteado algo amable desde el anonimato. Suele usarse éste para tirar piedras y esconder la mano.