Ha habido veces en que he estado dispuesta a perdonar, en que escucho su voz y sé que la extraño, en que me encuentra su risa y recuerdo cuando yo la provocaba. Entonces, un impulso súbito de acercarme y confesar que no importa, que carezco de todo orgullo propio, un arrebato de perdonar.
Pero pronto recuerdo que no hay interés en mi disculpa, que no existe la mínima intención de recibirla, de recibirme… y me quedo aquí, con mi orgullo aparente, con mi soledad evidente.
Tal vez es obra de una sabiduría superior, una gracia medieval, que impide la enmienda de la amistad, pues probablemente nunca fue tal. Y así en el silencio son estériles las diferencias, no pueden nacer las peleas… tampoco las sonrisas… no surge nueva vida, pero tampoco heridas de muerte.
Su timbre suena en mi aire, y a veces me dan ganas de perdonar; sin embargo, en mi soledad estoy a salvo, aquí estoy a salvo.
Pero pronto recuerdo que no hay interés en mi disculpa, que no existe la mínima intención de recibirla, de recibirme… y me quedo aquí, con mi orgullo aparente, con mi soledad evidente.
Tal vez es obra de una sabiduría superior, una gracia medieval, que impide la enmienda de la amistad, pues probablemente nunca fue tal. Y así en el silencio son estériles las diferencias, no pueden nacer las peleas… tampoco las sonrisas… no surge nueva vida, pero tampoco heridas de muerte.
Su timbre suena en mi aire, y a veces me dan ganas de perdonar; sin embargo, en mi soledad estoy a salvo, aquí estoy a salvo.