Volviste a volver, y es tanto lo que siento en el pecho que mi mano casi no lo puede traducir a lenguaje; no obstante, la obligo al intento, porque no me cabe ya en el corazón, y temo que si no lo escribo, va a estallar. Las taquicardias son más frecuentes ahora…
Tu sola presencia hizo evidente el amor que no he dejado de sentir por ti, es tan claro ahora, ¿no lo ves? Yo no puedo seguir cerrando los ojos.
Este cuerpo mío, siempre se me ha hecho tan grande, desproporcionado, grotesco, incapaz de delicadeza, pero en tus brazos es perfecto, armónico, nuestras formas encajan, siento la comodidad de pertenecer a un lugar tan mío… nunca me he sentido más bella, pero más que un sentido estético, es una certeza del ideal, de que no tengo que ser nadie más para merecer la sonrisa y provocar la tuya.
Y entonces, el miedo. Tu miedo. Los hombres no crecen con la magia, sino con la fantasía, y te desconcierta el destino, la coincidencia, la insistencia de fuerzas superiores, la caprichosa hada madrina, el alineamiento de los planetas que otra vez, increíble, ¡otra vez!, nos junta las existencias. Y el miedo enturbia ese amor que llevas guardadito por mí, sin saberlo. Un miedo que paraliza tu boca y tus manos. Mi amor, ¡yo también tengo miedo!, miedo a perderte, a que son sólo casualidades y coincidencias, a que te vayas otra vez, increíble, ¡otra vez! Pero este miedo me tiene atenta, lista, expectante… ¡porque volviste a volver! Y no me cabe en el corazón. Un corazón que estuvo tanto tiempo vacío y que acumulaba amor que se pudría por el estancamiento, por no poder brindárselo a nadie, pero que ahora reconoció nuevamente que lleva tu nombre y tengo a quien entregarlo… a no ser que, por miedo, no quieras recibirlo…
Y entonces el miedo. Mi miedo. Las mujeres crecen con la magia y con Disney, príncipes azules y finales felices, pero es muy cruda la realidad, es tan frecuente el rechazo, no hay duendes que te cuiden, no hay animales que te ayuden, no hay hadas madrinas que permitan el momento perfecto… sólo hay brujas y villanos… ¿A qué estoy atenta? ¿Para qué estoy lista y expectante? No quiero enterarme que no hay ningún amor guardadito para mí, no quiero envejecer en la espera ignorante de que no hay nada que esperar… tengo miedo, ya no a otra negativa, sino al ridículo, porque otra vez, increíble, ¡otra vez!, aposté el corazón y me quedé con un órgano lleno sólo de sangre… a no ser que, por fin, quieras recibirlo…
El miedo, el miedo, ¡hay tanto miedo aquí! ¿Hay amor aquí? ¡Bésame o rómpeme el corazón de una vez por todas! No escucho los tambores del tiempo, me estoy quedando sorda, me beberé yo el vino de mis caderas, maldeciré a la estrella y asumiré que todo fue producto de mi imaginación, sólo alcohol de mala calidad, y en la mañana despertaré como lo hacen todos, diciendo nunca más, lo juro, nunca más tomo…
Pero mis ojos están tan abiertos, se esfuma el sueño, lo veo tan claro, es tan evidente, ¿no lo ves? ¡Al diablo el miedo! Porque cuando vuelvas a volver se abrirá el cielo y no tendré taquicardia nunca más.
1 comentario:
se ama algo más que la persona, y ese algo más, que mantiene circulando el deseo (siempre insatisfecho), nos mutila con su inexistencia. de ahi el miedo a "eso", que es siempre absoluto, y en que tanto rehuye, nos hace humanos porque somos carentes, mal hechos, incompletos.
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