lunes, junio 07, 2010

Penélope

Quiero pensar que me llamo Penélope; aunque no sea así.

Partiste por una razón mayor que tú, y yo te espero; por eso creo que me debo hacer llamar Penélope. En mi larga espera elaboro el más grande y más hermoso tejido con hebras de sueños, palillos de amor y bordados de recuerdos; por eso creo que me debo hacer llamar Penélope. Mis más cercanos me recomiendan que no aguarde tu llegada, que aproveche mi propio tiempo; por eso creo que me debo hacer llamar Penélope. Junto a mí se acercan hombres que me pretenden y me lo manifiestan; por eso creo que me debo hacer llamar Penélope, pero el hecho de que no se llamen Odiseo y que esto no me sea relevante, creo que invalida el que me deba hacer llamar Penélope.

¡Oh, Odiseo! Mi amor, partiste y yo te espero; sin embargo sólo llegan otros… No te cambio por ellos, pero debo reconocer que los escucho, pues también escucho que mi vida debería seguir y no siquiera rumores de que la tuya vuelve a la mía.

¿Cuánto puede una mujer esperar? Para siempre. ¿Cuánto DEBE una mujer esperar…?

A veces recuerdo que no te llamas Odiseo y que yo tampoco Penélope. A veces recuerdo que mi vida no es una epopeya. A veces esto es un consuelo cuando bebo el fruto de Dionisio con los que me pretendieron y accedí. A veces con ellos miro al cielo en un intento de ver un futuro juntos, y se atraviesa un avión, entonces sonrío pensando que puedes ser tú al fin, porque a veces se me olvida que ya llegaste de la odisea, y que a pesar de eso, aún espero que vuelvas.

Por eso quiero pensar que me llamo Penélope; aunque no sea así, porque Penélope esperó y Odiseo volvió.