Para ti, mi lector secreto, que sé que estás ahí, observándome en silencio, que te bebes mis palabras mientras te ahogas con las que no te atreves a decir; para ti esta exhibición, este descaro, que podría ser más perfecto, como críticamente debes estarlo analizando; sin embargo, es, existe, y te lo regalo.
¿Podrás recibirlo sin cuestionarlo? ¿Podrás disfrutarlo sin buscarle el misterioso significado? ¿Podrás dejarte acariciar por mis palabras y llenarte los ojos de esta exhibición sin asumir de mi parte ninguna intención?
Hace un tiempo ya sospechaba tu presencia, tu mirada contemplándome desde su escondite, podía sentir tu atención en mi ausencia. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me viste, desde que realmente me viste dejando caer el velo y desde que te asomas, te preguntas qué bellezas, qué locuras hay ahí.
Detrás del velo, en la desnudez de la verdad, existen tormentas y marejadas, hay sueños e historias, manos de seda y labios con sabor a Chadonney, una pasión desgarradora, tulipanes rosados y una guitarra, ¡vaya festín he preparado!, y una mesa vacía, un hogar hermoso que nadie habita.
Dime, lector secreto, ¿qué haces aquí? ¿Por qué recorres estos parajes descalzo, pisando con cuidado para no hacer ruido? Sé que, en el fondo, quieres ser descubierto, sé que la prudencia te aconseja mantener siencio y luego, te traiciona el deseo, pero, ¿qué deseas? Cuando corres, ¿de qué escapas? Cuando me miras, ¿qué esperas encontrar? Cuando me lees, ¿qué sientes?
Yo puedo pasearme por aquí, modelar por una iluminada pasarela, desplegar gala de sonrisas, brillantes piernas, tibias caricias de mi pelo entre los dedos, conjuros en los ojos, hechizos en mis suspiros. Puedo ser el mejor espectáculo, pavonearme con una seguridad arrolladora, bailar como una llama que ilumina la habitación, puedo, y de hecho, lo hago, quiero, lo disfruto, por el solo placer de subirme a la mesa y hacerme notar. ¿Puedes tú contemplarme y beber tu whiskey en calma, mientras ese fuerte sabor quema al bajar por tu cuerpo? ¿Puedes olvidar tu inteligencia y confesar? Yo te regalo estos vocablos, esta exhibición, no son palabras al viento, han sido escritas, proclamadas en alta voz, paridas con un lápiz e irreverencia, con la más absoluta de las impertinencias; no obstante, estoy tranquila, pues tú has sido imprudente primero, transformando una reunión en una cita, con tus detalles y la rosa. Ahora, dime por qué, y no digas curiosidad, porque ya sabes lo que le hizo al gato; no digas no sé, porque no te creería; no digas es mejor que me vaya esto ha sido un error, porque de ellos se aprende...
¿Qué podemos aprender esta noche, mi querido lector? ¿Cuántos idiomas para poder describir la realidad? ¿Cuántas copas antes de que derramemos en la mesa la verdad?
Vamos, despeja la garganta, que es tu turno de hablar.
2 comentarios:
La sombra del viento se alarga y me guía hasta el atardecer del Pueblito donde enamorarse por primera vez siempre es posible.
Estaba el cielo del color del amaretto, cuando apareciste. Te envolvían enredaderas cargadas de damascos silvestres, cubriéndote hombros y caderas. Te llamé entonces, dama de las Canelas.
Tu sonrisa de ojos asoleados, era una plazoleta provinciana en Primavera donde juegan las niñas descalzas a mojarse, en las fuentes, sobre todo cuando sonríes al acercarme yo en franco intento de robarte alguna de las frutas carnosas y espumante. Elijo la que pende de tu espalda.
A canela imagino huele tu piel, a vainilla tu aliento, a terciopelo tu cuello, boca nariz frutal de mi prenda robada.
Como estar más cerca tuyo y comprobar, si es tibia tu mano y fresca tu pupila osada, cuando imagino que viene hacia mí, para descubrir figuras imaginarias dibujadas en mi pecho, como tatuajes tribales deslavados, pero sabios. Son tantas batallas en ese campo de Marte, contra otros pechos acorazados, vencidos y vencedores, que ya poco o nada nuevo hay bajo el Sol.
Sin embargo, la promesa sugerente de aquellos damascos, pendientes de boca y nariz, ligera traerá el antídoto contra la rutínica, abúlica, ramplona y plananoda, de verso fácil como albur de conventillo, que satisfizo por mucho mi andar mundano.
Ahora vuelvo en ti a ver florecer la pluma de aguzada agujeta como la de aquellos colibríes que aprovechando mi labia se avalanzan envidiados y enviciados, a succionar de tus flores el néctar. Ay de mi, por mi lengua impaciente e inquieta, que ha condenado las cosechas futuras de damascos, solo nos quedan ahora los pendientes de tus hombros y cadera, espero nos duren hasta más allá del atardecer ámbar, aunque ya más bien se torna al color del vino turgente de una noche prometedora.
Muy bonito texto, nosotras te leemos por tus bellas palabras.
Las abejitas estamos volviendo a fabricar nuestra miel, te esperamos.
Besitos de miel.
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