domingo, julio 07, 2019

El problema


Ya no te quiero. Y ese es precisamente el problema.

Yo voy viviendo y de repente la vida me cruza algo que me recuerda a ti, algo que te gustaría mucho y me dan ganas de mostrártelo para que sonrías, o algo que no te gustaría nada y mostrártelo para que nos riamos juntos de eso.

Yo sigo viviendo, y la vida me hace tropezarme con un recuerdo, con algo que hicimos juntos, de cuando éramos un nosotros, y se me aprieta el pecho, y te extraño, y nos extraño, cuando vivíamos en los días de lindos panoramas mientras moría el verano, pero sobre todo de los simples momentos cuando te acostabas en mi cama y comíamos algo viendo series.

Yo sigo viviendo, pero de pronto recuerdo cuando no podías parar de besarme por la ternura de verme llorar con una película, cuando se te desesperaban las manos por abrazarme y tenerme cerca, cuando te daban los nervios por quererme tanto y escuchar “yo también”, casi no creyendo la suerte de ambos sentir lo mismo, en el corazoncito y en la piel…

Yo sigo viviendo, pero esos recuerdos me estremecen el pecho, que me pide volver a sentirme así, volver a verte, volver. Y cuando te escribo un mensaje, sobre todo cuando me lo contestas, un salto de alegría se apodera, justo antes de que se instale el temor y la duda, porque ¿y para qué? ¿Para qué, si ya no te quiero?, porque ya no me quieres, porque ya se terminó, porque incluso si volvieras por tu propia voluntad, ya no quiero que vengas, porque ya no eres el mismo hombre con el que construí esos recuerdos, el que se atrevió a vivir conmigo la aventura de estar juntos a pesar de sus dificultades y sus riesgos. Ya no te quiero, porque ahora eres el hombre que, ante las primeras peleas, se acobardó, dijo no puedo, no estoy listo, y sin si quiera intentar enmendarlo, me abandonó.

Por eso es un problema, porque te recuerdo y te extraño, porque me acuerdo y ya no te quiero a mi lado.

Hola, cómo estás


Honestamente, me da pereza otro hola cómo estás, bien y tú, bien también, cuéntame de ti… y todas las preguntas y respuestas para identificar rápidamente si tenemos alguna característica, condición, preferencia, gusto o rasgo que no estamos dispuestos a bancarnos o que simplemente no va en línea con lo que estamos buscando, para descartarnos de una vez y no perder el tiempo. Y descartamos tanto, que a veces me pregunto si vale la pena el tiempo.

Y entonces recuerdo que tú apareciste de un hola, cómo estás, y aunque ya desapareciste rompiendo mi corazón, todo, todo valió la pena, cada minuto de mi tiempo.

¡Qué ilusa yo! Pensé que el interrogatorio y la evaluación había terminado cuando me besaste y decidimos exclusividad. ¡Qué ingenua yo! No darme cuenta de que seguías averiguando si yo calzaba en lo que estabas buscando, y cuando, a los casi tres meses me descartaste para no perder más tu tiempo, me pilló por sorpresa.

Sigo sorprendida, la verdad. Sigo dolida, verás. Sigo esperándote, contra toda lógica. Y te extraño, a mi pesar.

Te extraño.

Extraño esos chiquillos que se conocían con asombro y una sonrisa en los labios, con ilusión y las manos temblando, con miedo y los ojos incrédulos de la reciprocidad a pesar de ir develando quiénes somos en realidad.

Y sé que no debería interrumpir tu proceso silencioso de darte cuenta de que en realidad me quieres y de que vas a volver, pero necesito gritarte que te extraño, que aún te deseo a mi lado, para jugarme ya mi última carta y reencauzar tu rumbo en caso de que, en realidad, me estés olvidando.

Y yo ya debería saber que mis palabras nunca han logrado cambiar las decisiones tomadas por los hombres, pero palabras es lo único que me queda por entregar, porque ya te he dado todo lo demás. Suena desesperado, lo sé, escucho la súplica en mi voz, y veo mi dignidad rodar por la escalera, pero en mi cabeza no se corona el orgullo, reina la consciencia tranquila de quien fue honesta y confesó su sentir por si aún quedaba alguna esperanza, por si te quedaba alguna duda, por si todavía albergaba un último respiro este amor, que al menos muere sin ese peso en el pecho mientras exhala triste, pero paz. Y ahora, que descanse en paz. Y tal vez, cuando ya haya descansado lo suficiente, se me pase la pereza y yo vuelva a intentar un nuevo hola, cómo estás.