Qué desesperación, mirar hacia dentro y ver algo que no te gusta. Qué desesperación, mirar hacia fuera y ver algo peor.¡Estorban los ojos! Eso pasa, si la gente los cerrara un momento, la humanidad podría aún salvarse al percibir aquellas cosas que son más importantes que la imagen.
Y hablando de imagen... ¿qué imagen tengo yo? ¿Qué imagen tienes tú? Yo no sé quién soy, se mezclan los sufrimientos, las máscaras de protección y los deseos frustrados, ¿qué te mueve ahora a tu destino? La casualidad tal vez... ¿y la voluntad? No. Ella se pierde por ahí, por ahí en algún error, en alguna persona, en algún invierno, en una cita a la que nadie llegó. Y entonces la rabia, la ira, los gritos, el miedo, el frío... y luego, la inmovilidad. El existir. No el vivir.
El deseo, ese es el problema. Nadie se da el tiempo de descubrir cuáles son sus deseos más íntimos que te llevarán a escoger las acciones que determinen el destino donde esos deseos se saciarán, y morir tranquilo, en la vejez con pelo blanco o no, con nietos o no, con paraguas-o-no, pero tranquilo.
¿Tranquilo? ¿Conoces ese estado? Te apuesto que eres uno más de esos que no identificaron sus deseos y de repente ya estaban en el colegio porque era el deber, en la universidad o instituto porque era el deber, enamorándose porque, puta, en algún momento te TIENES que enamorar, y trabajando porque nuevamente es el deber... ¿Y todas esas cosas que hiciste o debes hacer tienen alguna relación con lo que profundamente deseas? Tus acciones son sólo acciones, sin destino, juegas a la gallinita ciega y así vives y guías tus pasos. ¡Te apuesto! Y tú apuesta que yo también, y ganarás. ¡Vamos al casino! Ganaremos todas las apuestas, total ya sabemos mucho del azar: esa es nuestra vida.
Bebe un poco más, llora la vez número diez mil uno, vomita y toca fondo. Y antes de lavarte por decencia, mírate al espejo así, tal cual, con el vómito escurriendo y pregúntate: ¿Qué tiene esto que ver con lo que alguna vez deseé? Te apuesto que conozco la respuesta: nada. Recién entonces lávate si quieres, si no, da lo mismo. Apaga la radio, apaga la lluvia, todo, ¡apágalo todo! Que no haya interferencia, que ningún sentimiento predeterminado tiña esa búsqueda con un tono ajeno, este es el momento, cierra todo, abre aquello de lo que te quejas y que no conoces: tus deseos. No será fácil, te lo apuesto. Y cuando los identifiques, podrás guiar nuevos pasos, moverte hacia ellos, ni los huesos cansados podrán detenerte si ya sabes hacia dónde vas, dónde queda. Y entonces tomará sentido el colegio, la universidad, las matemáticas, el trabajo: herramientas, ¡herramientas todas! El bastón para caminar hasta allí, hacia el destino donde se sacian los deseos, ya no serás ciego, será perfecto. Te apuesto que entonces todo tomará sentido. Te apuesto que te costará un mundo tomar la decisión. Te apuesto que estar triste es más fácil que atreverse a buscar la solución. ¡Te apuesto! ¡Te apuesto! Vamos al casino... yo ya he perdido tantas veces, ya no creo en el azar, creo en mis deseos, que son tantos, y que no seré tan mediocre de al menos intentar saciarlos. Nadie puede llegar a la perfección, pero es mediocre ni siquiera intentar acercarse a ella.
sábado, agosto 18, 2007
viernes, agosto 10, 2007
Mechón de pelo
¿Y cómo ver la vida a través de un mechón de pelo? Trazos fragmentados, una película mal proyectada, interferencia… ¿Y cómo ver la vida sin ese mechón de pelo? La versión completa, ¡nitidez! Desnudez…Esta chasquilla molesta mis ojos, pica mi rostro, acalora mi piel, ofusca mi humor; no obstante, sería un acto suicida extirparla con tijeras frías, grandes, reflectantes, espejo malformador, juezas. Suicidio, operación kamikaze a una vida normal, sin velos, ¡pura realidad! Y mientras una gota cae en el vidrio empañado, esta chasquilla empaña mi enfrentamiento con el mundo… ¿Y por qué ha de ser un enfrentamiento? ¿Por qué hay una suposición intrínseca de enardecida batalla, por qué se asume la necesidad vital de armarse hasta los dientes con frenillos, hasta las orejas con aros, hasta los pies con tacos, hasta los cuellos con perfumes… hasta las frentes y ojos con mechones de pelo?
Y aquí estoy yo. Y ya no es una gota, sino dos, y el calor va evaporando la sustancia sobre el vidrio, veo un poco más, veo un poco mejor… Mas mi visión no afecta al vidrio, ni a lo que hay fuera de él, es un acto inválido, discapacitado… Al menos no suicida. Nadie aprende a hablar si nunca ha escuchado las palabras de otros, las realidades de otros, y el vidrio me muestra cada vez más su realidad, son cientos de brillantes gotas las que tropiezan en su lento descender, y yo no hago nada, sólo escucho, queriendo aprender a hablar…
Tiembla un poco mi mano, preguntas trilladas de ser o no ser, seguridad o verdad, esta chasquilla es mi escudo, dicen que se ve bien, se parece a la de otras, pertenece a un grupo de características definidas, fácil, cómodo casi siempre; pero todos los escudos pesan, y hay medidas más severas que los kilos.
Mi mano tiembla, toca el vidrio, esparce la sustancia, despeja lo poco que aún quedaba invisible, veo más, veo mejor… Y mi mano ahora está mojada, es el costo, los huevos rotos, está mojada y me da frío… ¡Imagina el frío en la desnudez! ¡La vulnerabilidad en la desnudez! El mundo tendrá una ventaja sobre mí, sabrá de antemano mis puntos débiles, los ataques serán certeros, la competencia un chiste, el resultado una masacre… Pero el mundo al otro lado de ese vidrio empañado es el mismo que ahora se revela gracias a las gotitas acusadoras, ¡el mismo! Sólo unos minutos más viejo.
Sigue temblando mi mano, de frío, de miedo… y luego será de parkinson. ¿Qué tan vieja esperaré a ser para ver lo que es? Enfrentamiento o sosiego, alegría o pura mierda, ¡pero ver! Este mechón de pelo me hace miope, daltónica, ¡defectuosa! Un guerrero no gana batallas por la resistencia de su escudo, sino por la destreza de su mano empuñando la espada.
Mi mano temblaba, pero yo ahora quería usarla. Tomé el mechón de pelo y lo aprisioné tras mi oreja.
Y aquí estoy yo. Y ya no es una gota, sino dos, y el calor va evaporando la sustancia sobre el vidrio, veo un poco más, veo un poco mejor… Mas mi visión no afecta al vidrio, ni a lo que hay fuera de él, es un acto inválido, discapacitado… Al menos no suicida. Nadie aprende a hablar si nunca ha escuchado las palabras de otros, las realidades de otros, y el vidrio me muestra cada vez más su realidad, son cientos de brillantes gotas las que tropiezan en su lento descender, y yo no hago nada, sólo escucho, queriendo aprender a hablar…
Tiembla un poco mi mano, preguntas trilladas de ser o no ser, seguridad o verdad, esta chasquilla es mi escudo, dicen que se ve bien, se parece a la de otras, pertenece a un grupo de características definidas, fácil, cómodo casi siempre; pero todos los escudos pesan, y hay medidas más severas que los kilos.
Mi mano tiembla, toca el vidrio, esparce la sustancia, despeja lo poco que aún quedaba invisible, veo más, veo mejor… Y mi mano ahora está mojada, es el costo, los huevos rotos, está mojada y me da frío… ¡Imagina el frío en la desnudez! ¡La vulnerabilidad en la desnudez! El mundo tendrá una ventaja sobre mí, sabrá de antemano mis puntos débiles, los ataques serán certeros, la competencia un chiste, el resultado una masacre… Pero el mundo al otro lado de ese vidrio empañado es el mismo que ahora se revela gracias a las gotitas acusadoras, ¡el mismo! Sólo unos minutos más viejo.
Sigue temblando mi mano, de frío, de miedo… y luego será de parkinson. ¿Qué tan vieja esperaré a ser para ver lo que es? Enfrentamiento o sosiego, alegría o pura mierda, ¡pero ver! Este mechón de pelo me hace miope, daltónica, ¡defectuosa! Un guerrero no gana batallas por la resistencia de su escudo, sino por la destreza de su mano empuñando la espada.
Mi mano temblaba, pero yo ahora quería usarla. Tomé el mechón de pelo y lo aprisioné tras mi oreja.
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