
Eran palabras nuevas en la boca que tanta dulzura me dio, aseveraciones a mi mente impensadas, desgarradoras puñaladas. Era una pesadilla, pensé, y no esquivé los golpes, asumiendo que la sangre era un producto de mi imaginación. Era horrible. Y fue peor. Porque mi propia voz me fue alquilada, a cambio del regocijo amargo de la venganza; tiene que haber sido eso… porque dije cosas terribles.
Éramos los que se amaron tanto, poseídos por un espíritu maligno, desesperados, haciendo daño, echando a la basura años. Era el fin.
Todo era como una horrible pesadilla. Pero ya desperté. Ya desperté.