Bocas moviéndose sin emitir sonido y cabezas asintiéndole a la nada rítmicamente, todos escapando de la cacofonía de la ciudad -o de sus pensamientos- para reemplazarla por reguetón, una canción romántica o el Rumpy.
Dedos en el pasamano siguen una música para los espectadores imaginada: ¿síntoma de locura o consecuencia inevitable del avance tecnológico?
En los oídos de Santiago un par de audífonos y, en la imaginación, el videoclip que puede ser la vida, el vocalista en el que te puede convertir un mp3.
Todos los santiaguinos cantan y bailan, pero sólo para sí mismos y en silencio.
7 comentarios:
Hace un tiempo que me pediste opinión y te la di, me gusta este pequeño cuento, espero estés bien.
Saludos.
~ El Trovador
a mi me carga ser indirectamente sumada al videoclip reguetonero de un celular... no deja nada que desear.
saludos chica!
La vida es una gran película, con soundtracks que se van haciendo innumerables. Yo siempre me he sentido así, como en una gran película de nunca acabar y que tiene un soundtrack sólo para mí.
Beijos.
atte:
Paz
Acabas de describir un viaje en el ferrocarril metropolitano de Barcelona, que aquí llamamos Metro. Y lo has hecho como acostumbras, con las palabras óptimas.
Besos transatlánticos.
También sucede así en este Otro Santiago.
Un fuerte abrazo.
Santiago es una mujer. Gris, algo sucia, algo amargada, un poco revolucionaria, un poco muy dañada.
Es la más hermosa de la jóvenes que se pasean en el jardín del cadáver de América. Un poco setentera.
Santiago tiene ojos un poco contaminados, un poco grises. La garganta un poco cansada. La pena un poco enraizada. La belleza levemente inapelable.
Santiago se hunde en la hermosura y estalla a ratos en un orgasmo sísmico. Santiago es la calle sangrante, terrible y deliciosa como la flor de la vez primera.
Santiago te abraza con disparos.
Como en Lima, como en tantos sitios.
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