jueves, agosto 26, 2010

El día después de mañana

Nunca un error me dio tanta felicidad ni supo a chocolate como ayer. Dulce equivocación mía que aseveraba la ruptura definitiva de un corazón agujereado, y se encontró con la verdad de una respuesta inesperada: el beso. Nuestro beso, mi amor. El mejor beso que mis labios nunca podrán reproducir, antídoto automático al tormento, alegría instantánea, poema sin palabras...

Casi puedo escuchar lejanos rumores en lenguas antiguas y foráneas, de otros tiempos, de otras tierras, que en sus conversaciones sabias dejan en evidencia mi ingenuidad y mi torpeza; pero hay un saber más antiguo que el razonamiento, y es la intuición del cuerpo, que me grita en silencio: es cierto, espéralo. Y da lo mismo el resultado, porque este error fue mágico, y le regalaría mi corazón en pedazos por otro beso y otro abrazo.

domingo, agosto 22, 2010

La última noche y mañana

Mañana me lo va a decir, al fin me lo va a decir. He esperado casi un mes por una respuesta y mañana la tendré… tal vez si yo hubiera esperado más, ésta sería positiva… Pero ya decidió, y está bien, sólo hace lo que encarecidamente le pedí: “¡bésame o rómpeme el corazón de una vez por todas!”. Esta noche debo prepararme.

Sólo tengo esta noche, porque mañana me lo dirá, dirá que no quiere hacerme daño, que soy una gran mujer, que ya encontraré a alguien que me merezca, alguien mejor; dirá que siga adelante con mi vida, que gracias por todo, pero que no me ilusione, que lo intentó, que no funcionó… tal vez me ofrezca su amistad como consuelo, algo que forzosamente deberé rechazar porque evitará mi presencia de todas formas protegiéndome de vanas esperanzas…

Eligió romperme el corazón, lo sé. Y mañana me lo dirá. Debo asumirlo esta noche para no sorprenderme mañana, debo llorar con esta luna para no hacerlo mañana, debo dejar de creerle a las estrellas y volver a recurrir a Dios si realmente quiero que se abra el cielo, porque mañana todo será infierno. Me lo merezco por pagana, me lo merezco por impaciente, me lo merezco por haber arruinado otra vez, increíble, ¡otra vez!, un intento de la vida que insistió en devolverme a mi príncipe azul… ¡Ríndete vida!, no soy la Julieta de este drama, sólo soy un obstáculo más para el final feliz de la real protagonista, soy la hermanastra malvada para la pobre Cenicienta, ¿cómo pude estar tan equivocada?, ¿cómo no me di cuenta que no llevaba en mis pies ningún zapatito de cristal?

Esta es la última noche, la última noche de mi vida, de mi vida que se va, porque no se juega con magia, porque los conjuros se devuelven, porque las brujas siempre terminan mal, mueren casi siempre, y mi corazón morirá mañana a manos de la daga implacable de sus palabras, ni sangre quedará con la cual escribir mi agonía; por eso debo preparar mi epitafio esta noche, la oscuridad donde aún poseo latidos, es menester aprovechar estas últimas horas donde aún no hay dolor, sólo certeza de tortura, consciencia de justicia. Pues no albergo ni la más mínima duda: hoy me pidió que habláramos mañana; si su respuesta fuera el beso, por sus miedo y por la lógica de que todo lo bueno cuesta y llega a su debido tiempo, no se habría resulto en menos de un mes. Es cierto que nuestros fugaces encuentros, con el calendario de los cometas, llevan años cruzando mi cielo periódicamente, iluminándolo todo con su hermosa estela de polvos de Estrella de los Solitarios, mas sería masoquista permitir la más diminuta de las esperanzas, los tambores del tiempo suenan y suenan, pero sólo anunciando la proximidad del verdugo y de mi juicio final: mi último deseo es un sorbo de vino que me embriague de la valentía que necesito para desanudar culpas añejas, ajenas, arrepentirme, superar el miedo, mi miedo, y no llorar, porque tú no lo sabes, pero no volverás, y la única razón por la que te dejo ir con un suspiro, es que no llevas amor para mí guardadito, ¡salva a Julieta del suicidio!, y vivan felices para siempre. A mí me queda el consuelo de que conocí la profundidad de tus ojos alumbrados de pestañas de sol, me quedo con tus ojos, y con la tenue esperanza, de una estúpida que no aprende de sus errores y siente lo mismo, de que mañana me dirás “yo tampoco puedo seguir cerrando los ojos, cariño”.

martes, agosto 17, 2010

Miedos

Volviste a volver, y es tanto lo que siento en el pecho que mi mano casi no lo puede traducir a lenguaje; no obstante, la obligo al intento, porque no me cabe ya en el corazón, y temo que si no lo escribo, va a estallar. Las taquicardias son más frecuentes ahora…

Tu sola presencia hizo evidente el amor que no he dejado de sentir por ti, es tan claro ahora, ¿no lo ves? Yo no puedo seguir cerrando los ojos.

Este cuerpo mío, siempre se me ha hecho tan grande, desproporcionado, grotesco, incapaz de delicadeza, pero en tus brazos es perfecto, armónico, nuestras formas encajan, siento la comodidad de pertenecer a un lugar tan mío… nunca me he sentido más bella, pero más que un sentido estético, es una certeza del ideal, de que no tengo que ser nadie más para merecer la sonrisa y provocar la tuya.

Y entonces, el miedo. Tu miedo. Los hombres no crecen con la magia, sino con la fantasía, y te desconcierta el destino, la coincidencia, la insistencia de fuerzas superiores, la caprichosa hada madrina, el alineamiento de los planetas que otra vez, increíble, ¡otra vez!, nos junta las existencias. Y el miedo enturbia ese amor que llevas guardadito por mí, sin saberlo. Un miedo que paraliza tu boca y tus manos. Mi amor, ¡yo también tengo miedo!, miedo a perderte, a que son sólo casualidades y coincidencias, a que te vayas otra vez, increíble, ¡otra vez! Pero este miedo me tiene atenta, lista, expectante… ¡porque volviste a volver! Y no me cabe en el corazón. Un corazón que estuvo tanto tiempo vacío y que acumulaba amor que se pudría por el estancamiento, por no poder brindárselo a nadie, pero que ahora reconoció nuevamente que lleva tu nombre y tengo a quien entregarlo… a no ser que, por miedo, no quieras recibirlo…

Y entonces el miedo. Mi miedo. Las mujeres crecen con la magia y con Disney, príncipes azules y finales felices, pero es muy cruda la realidad, es tan frecuente el rechazo, no hay duendes que te cuiden, no hay animales que te ayuden, no hay hadas madrinas que permitan el momento perfecto… sólo hay brujas y villanos… ¿A qué estoy atenta? ¿Para qué estoy lista y expectante? No quiero enterarme que no hay ningún amor guardadito para mí, no quiero envejecer en la espera ignorante de que no hay nada que esperar… tengo miedo, ya no a otra negativa, sino al ridículo, porque otra vez, increíble, ¡otra vez!, aposté el corazón y me quedé con un órgano lleno sólo de sangre… a no ser que, por fin, quieras recibirlo…

El miedo, el miedo, ¡hay tanto miedo aquí! ¿Hay amor aquí? ¡Bésame o rómpeme el corazón de una vez por todas! No escucho los tambores del tiempo, me estoy quedando sorda, me beberé yo el vino de mis caderas, maldeciré a la estrella y asumiré que todo fue producto de mi imaginación, sólo alcohol de mala calidad, y en la mañana despertaré como lo hacen todos, diciendo nunca más, lo juro, nunca más tomo…

Pero mis ojos están tan abiertos, se esfuma el sueño, lo veo tan claro, es tan evidente, ¿no lo ves? ¡Al diablo el miedo! Porque cuando vuelvas a volver se abrirá el cielo y no tendré taquicardia nunca más.

martes, agosto 10, 2010

Ni me acordaba

Lo quiero tanto, y le temo tanto.

Tantas veces se ha cruzado en mi vida y aunque me consta que cada una de ellas ha sido un fracaso en que la respuesta obvia es el adiós, ¡la vida insiste!, y yo no puedo más que recibirlo con los brazos abiertos y el corazón desprotegido e ilusionado cada vez que él vuelve a volver… tal vez esta vez sí, ahora las cosas son distintas, esta vez funcionará, ahora sí que funcionará… sin embargo, él es el mismo, y yo, como una estúpida que no aprende de sus errores, siento lo mismo.

No, ya no siento lo mismo, esta vez el suspiro emocionado que brota cuando el aire toca su voz, se mezcla con escalofríos y un leve temblor, porque amo la boca que la emite mas, por instinto de supervivencia, ya no confío en las palabras que modula. Y me encantaría volver a escuchar mi nombre y un te quiero de esa boca que anhelo, pero aunque él lo repitiera mil veces, tal vez nunca terminaría de creerle, tal vez siempre esperaría aterrada el momento de una nueva desaparición, otro abandono.

Y yo estoy bien, estaba tranquila, incluso podría decir que relativamente cercana a la felicidad, en paz al menos… ¡pero él insiste!, ¡la vida insiste!, el destino me tiene de juguete, y otra vez la ilusión y la esperanza de la posibilidad, y la inminencia de la desilusión.

Tengo miedo, creí que él era una historia, una anécdota más de mi mala suerte, pero bastó que llamara a mi celular y nuevamente es presente. Y justo ahora, que ya ni me acordaba que lo amaba…