miércoles, octubre 16, 2019

Encuentro


Creo que lo que me ha tenido mal genio todo el día es que en nuestra última conversación se evidenció que somos distintos e incompatibles, y más aún que, a pesar de todo eso, de que ya es claro que debería retomar mi camino y reanudar el rumbo por otros senderos, aún me provocan curiosidad tus besos, aún quiero conocerlos y probar tu cuerpo, aún quisiera averiguar cómo te enfrentarías a mi desnudez y experimentar cuánto sincronizarían nuestros movimientos.



No tiene una puta lógica o fundamento, pero ya te he fantaseado en mi piel, y me pregunto si lo has hecho tú también… yo creo que sí, me excita pensar que sí, y juego a adivinar tus reacciones y tu tacto, ¿serás expresivo o silencioso en el acto? ¿Serás sutil o dominante en mis manos? ¡A la mierda la compatibilidad y la probabilidad! Yo quiero conocerte igual. Yo quiero sentirte y que me sientas, y sólo entonces decidir, si vale la pena el riesgo o si mejor salgo corriendo. Ahora dime, ¿te atreves a intentarlo? ¡Háblame! No te quedes callado. Sé que mientras no me contactas, me evalúas, o te evalúas, pero no lo pienses tanto. Si se va a ir todo a la mierda, ¿a quién le importa un carajo? No me cuides, no te cuides, y simplemente vamos, que intuyo la posibilidad de un orgasmo, no tiene que ser perfecto, pero tienen que ser, admítelo, ya estamos en esto, y mientras ambos tengamos el corazón entero, no se acaba el juego. Juguemos a que no importan las consecuencias, aunque sea sólo por un momento, y confiésame lo que realmente pasa por tu mente, lo que ansía tu pecho, lo que sienten tus piernas; pero hazlo tú primero, no me dejes impacientarme y ser yo la que manda al diablo la falsa apariencia de que esto es una sana e inocente amistad, sin más expectativas que cruzar algunas palabras y acompañar algunos silencios, cuando sé que quieres más que eso. 

Me quieres a mí, quieres mi aliento, quieres hacerme gemir sólo con el roce de tus dedos, quieres el aire que me falta cuando me acerco a tu boca y en vez de besarme te alejas un poco sólo para contemplarme mientras te deseo. Me quieres a mí, o te quieres a ti orquestando el temblor y la duda, siendo el juez que dictamina si seguimos o nos detenemos, si esto es sólo un capricho vano o un inconfesable anhelo, algo que vale la pena vivir o morir en el intento. No es para tanto, ¿no fuiste tú el que dijo que no estábamos haciendo nada malo? No estamos haciendo nada bueno tampoco si te sigues demorando. Ven y tómame en tus brazos, quiero conocer su fuerza y calor, quiero perderme en tu porte de hombre alto, quiero descubrirme mujer sobre ti o abajo, quiero que estemos juntos aunque finalmente quedemos separados, porque no quiero seguirte imaginando, seamos una realidad y una locura, seamos lo que sea que tenga que ser, estoy dispuesta a pagar por el karma también, pero que no me cobre la duda de no saber. 

martes, octubre 15, 2019

Hace falta


Hace falta salir,

rodearse de gente buena,

de gente que sueña,

de los que te hacen reír,

y de quienes se ríen de las bromas que cuentas.



Hace falta vivir nuevas experiencias,

escuchar otros acentos y leer poemas.



Hace falta volver a creer a pesar del dolor,

y tener la valentía de arriesgarse por amor,

o por la pura posibilidad que provoca una sonrisa recíproca.



Hace falta permitir que te toquen el corazón,

llorar de emoción,

sonreír ante la propia locura sin sentirse ridícula.



Hace falta dejar de cuidarse,

perderle el miedo al error

y temerle a la precaución,

porque es más terrible perderse las alegrías

que exponerse a las penas.



Y es que yo prefiero un corazón roto aunque duela,

que uno incólume pero vacío y sin huellas.

domingo, julio 07, 2019

El problema


Ya no te quiero. Y ese es precisamente el problema.

Yo voy viviendo y de repente la vida me cruza algo que me recuerda a ti, algo que te gustaría mucho y me dan ganas de mostrártelo para que sonrías, o algo que no te gustaría nada y mostrártelo para que nos riamos juntos de eso.

Yo sigo viviendo, y la vida me hace tropezarme con un recuerdo, con algo que hicimos juntos, de cuando éramos un nosotros, y se me aprieta el pecho, y te extraño, y nos extraño, cuando vivíamos en los días de lindos panoramas mientras moría el verano, pero sobre todo de los simples momentos cuando te acostabas en mi cama y comíamos algo viendo series.

Yo sigo viviendo, pero de pronto recuerdo cuando no podías parar de besarme por la ternura de verme llorar con una película, cuando se te desesperaban las manos por abrazarme y tenerme cerca, cuando te daban los nervios por quererme tanto y escuchar “yo también”, casi no creyendo la suerte de ambos sentir lo mismo, en el corazoncito y en la piel…

Yo sigo viviendo, pero esos recuerdos me estremecen el pecho, que me pide volver a sentirme así, volver a verte, volver. Y cuando te escribo un mensaje, sobre todo cuando me lo contestas, un salto de alegría se apodera, justo antes de que se instale el temor y la duda, porque ¿y para qué? ¿Para qué, si ya no te quiero?, porque ya no me quieres, porque ya se terminó, porque incluso si volvieras por tu propia voluntad, ya no quiero que vengas, porque ya no eres el mismo hombre con el que construí esos recuerdos, el que se atrevió a vivir conmigo la aventura de estar juntos a pesar de sus dificultades y sus riesgos. Ya no te quiero, porque ahora eres el hombre que, ante las primeras peleas, se acobardó, dijo no puedo, no estoy listo, y sin si quiera intentar enmendarlo, me abandonó.

Por eso es un problema, porque te recuerdo y te extraño, porque me acuerdo y ya no te quiero a mi lado.

Hola, cómo estás


Honestamente, me da pereza otro hola cómo estás, bien y tú, bien también, cuéntame de ti… y todas las preguntas y respuestas para identificar rápidamente si tenemos alguna característica, condición, preferencia, gusto o rasgo que no estamos dispuestos a bancarnos o que simplemente no va en línea con lo que estamos buscando, para descartarnos de una vez y no perder el tiempo. Y descartamos tanto, que a veces me pregunto si vale la pena el tiempo.

Y entonces recuerdo que tú apareciste de un hola, cómo estás, y aunque ya desapareciste rompiendo mi corazón, todo, todo valió la pena, cada minuto de mi tiempo.

¡Qué ilusa yo! Pensé que el interrogatorio y la evaluación había terminado cuando me besaste y decidimos exclusividad. ¡Qué ingenua yo! No darme cuenta de que seguías averiguando si yo calzaba en lo que estabas buscando, y cuando, a los casi tres meses me descartaste para no perder más tu tiempo, me pilló por sorpresa.

Sigo sorprendida, la verdad. Sigo dolida, verás. Sigo esperándote, contra toda lógica. Y te extraño, a mi pesar.

Te extraño.

Extraño esos chiquillos que se conocían con asombro y una sonrisa en los labios, con ilusión y las manos temblando, con miedo y los ojos incrédulos de la reciprocidad a pesar de ir develando quiénes somos en realidad.

Y sé que no debería interrumpir tu proceso silencioso de darte cuenta de que en realidad me quieres y de que vas a volver, pero necesito gritarte que te extraño, que aún te deseo a mi lado, para jugarme ya mi última carta y reencauzar tu rumbo en caso de que, en realidad, me estés olvidando.

Y yo ya debería saber que mis palabras nunca han logrado cambiar las decisiones tomadas por los hombres, pero palabras es lo único que me queda por entregar, porque ya te he dado todo lo demás. Suena desesperado, lo sé, escucho la súplica en mi voz, y veo mi dignidad rodar por la escalera, pero en mi cabeza no se corona el orgullo, reina la consciencia tranquila de quien fue honesta y confesó su sentir por si aún quedaba alguna esperanza, por si te quedaba alguna duda, por si todavía albergaba un último respiro este amor, que al menos muere sin ese peso en el pecho mientras exhala triste, pero paz. Y ahora, que descanse en paz. Y tal vez, cuando ya haya descansado lo suficiente, se me pase la pereza y yo vuelva a intentar un nuevo hola, cómo estás.

domingo, febrero 24, 2019

Bulling


Llegar a temerle a la risa,
por creerla una burla.
Llegar a temerle al elogio,
por creerlo una trampa.
Llegar a temerle a la amistad,
por creela una farsa.
Qué triste y difícil es la vida
cuando le temes a lo que te sana.

domingo, enero 27, 2019

Musas y magas

Debe ser bonito ser de esas mujeres que pasan por la vida livianas, casi flotando por las calles, inconscientes, y de pronto, sin percibirlo ni saberlo, ser observadas, capturadas en un poema, inmortalizadas en una canción, musas bellas, hadas mágicas que obtuvieron sus poderes por el toque encantado de un lápiz inspirado, bendecidas con el don de la vida eterna gracias a unos acordes fáciles al oído, profundos al corazón, de rápida recordación.

                Debe ser tan sublime ser fuente de inspiración, tener el don de detener el tiempo para otro ser humano, causar tal impresión que obliga a dejarlo todo y crear una pieza, una melodía, unos párrafos, para poseerla de alguna manera, hacerla suya al menos en su autoría.

                Me encantaría ser una de esas, señoritas de pelo al viento, con andar descuidado y a la vez perfecto, con sonrisa de postal, lista en todo momento para ser fotografiadas; y al mismo tiempo con absoluta indiferencia a todo cuanto las rodea, completamente ignorantes del hechizo que han provocado, una sed tremenda que somete al artista a perpetuarlas como si la mismísima capacidad de respirar una vez más dependiera de ello.

                Mas yo nunca seré de ellas, ninguna posibilidad, porque yo siempre estaré al otro lado: yo soy la que sostiene el lápiz y que lo guía con la urgencia de retratar todo lo que esa persona sólo con cruzarse por mis ojos brotó en mí, como lluvia primaveral sobre mi jardín listo y dispuesto, lleno de semillas prontas para florecer, sedientas de recibir sólo lo suficiente para convertirse en color…

                Y entonces, de repente, me pregunto: ¿quién es realmente el hada, la hechicera, la bella maga, la eterna? ¿La que, sin querer, se cruzó; o yo, la con la habilidad de transformar a un transeúnte cualquiera en un príncipe azul, en un caballero encantador, en un suspiro que entibia el corazón, que despierta la necesidad voraz, que desgarra dulce como el tango que se desangra y muere feliz, que te hace preguntar, entonces, por qué vivir?