Miro tu foto que es nuestra foto pues en ella figuramos ambos sonrientes y próximos, y me parece inventada, trucada, ¿cómo decirlo?, imaginada, ficticia… nunca sucedió.
Me cuesta unir en un todo lo que expone la fotografía, las palabras que me cuenta el teléfono y los recuerdos que almacena mi aparato cognitivo con un dulzor cargante… ¿era realmente tan, tan lindo? Dicen que… no, sostengo que el transcurrir del tiempo hace exagerar los hechos… En fin, no puedo hacer que toda esa información converja hacia un mismo punto: tu nombre, tú, a quien amo. ¿Y cómo he de amarte si ni siquiera logro asimilar ya tu ser como una única entidad? Te desvaneces, te vuelves pedazos, fragmentos que se me irán perdiendo como ya perdí aquel de la certeza patente de tu incapacidad de vivir sin mí, o al menos de vivir con sonrisa y sin mí. Me angustió al comienzo, mas te desvaneces y hay trocitos que perdí y ya no logro recordar en qué consistían; de repente encuentro algunos tirados y otros en altares, y me percato de que había olvidado que me importaban, que existían: te desvaneces. Y es un alivio.
Pero mañana te manifestarás en tu totalidad y me parecerás aún más majestuoso por el milagro de la recomposición. Tantas veces citado el ejemplo del jarrón roto que aunque ensambladas nuevamente todas sus partes nunca será lo mismo… pero tú serás lo mismo, porque nunca te quebraste, y me parecerás magnífico, pues para mí ya no eras más que trozos fracturados sobrevivientes a un desvanecimiento tenue, imperceptible pero efectivo. ¡Te desvanecías! ¡Mera materia mutante evaporándose! Y mañana te presentarás sólidamente… ¿cuánto me demoraré esta vez en desgarrarte en unidades más pequeñas, que pesen menos, expiren más? Es tan largo, lento y tortuoso el proceso de transmutación… no importa, te desvanecerás y esparciré las partes del todo, estarás por doquier y en ningún lugar cabalmente, tu conformación perderá coherencia y tu sustancia valor: te desvanecerás. Y será un alivio.
Entonces confesaré la conservación de un sólo fragmento, cualquiera, un codo, un suspiro, un lunar, que ubiqué bajo mi almohada, y al desvanecerte perdurarás tan fugaz, liviano, bello e inconsistente como un sueño que al despertar olvidaré.
Me cuesta unir en un todo lo que expone la fotografía, las palabras que me cuenta el teléfono y los recuerdos que almacena mi aparato cognitivo con un dulzor cargante… ¿era realmente tan, tan lindo? Dicen que… no, sostengo que el transcurrir del tiempo hace exagerar los hechos… En fin, no puedo hacer que toda esa información converja hacia un mismo punto: tu nombre, tú, a quien amo. ¿Y cómo he de amarte si ni siquiera logro asimilar ya tu ser como una única entidad? Te desvaneces, te vuelves pedazos, fragmentos que se me irán perdiendo como ya perdí aquel de la certeza patente de tu incapacidad de vivir sin mí, o al menos de vivir con sonrisa y sin mí. Me angustió al comienzo, mas te desvaneces y hay trocitos que perdí y ya no logro recordar en qué consistían; de repente encuentro algunos tirados y otros en altares, y me percato de que había olvidado que me importaban, que existían: te desvaneces. Y es un alivio.
Pero mañana te manifestarás en tu totalidad y me parecerás aún más majestuoso por el milagro de la recomposición. Tantas veces citado el ejemplo del jarrón roto que aunque ensambladas nuevamente todas sus partes nunca será lo mismo… pero tú serás lo mismo, porque nunca te quebraste, y me parecerás magnífico, pues para mí ya no eras más que trozos fracturados sobrevivientes a un desvanecimiento tenue, imperceptible pero efectivo. ¡Te desvanecías! ¡Mera materia mutante evaporándose! Y mañana te presentarás sólidamente… ¿cuánto me demoraré esta vez en desgarrarte en unidades más pequeñas, que pesen menos, expiren más? Es tan largo, lento y tortuoso el proceso de transmutación… no importa, te desvanecerás y esparciré las partes del todo, estarás por doquier y en ningún lugar cabalmente, tu conformación perderá coherencia y tu sustancia valor: te desvanecerás. Y será un alivio.
Entonces confesaré la conservación de un sólo fragmento, cualquiera, un codo, un suspiro, un lunar, que ubiqué bajo mi almohada, y al desvanecerte perdurarás tan fugaz, liviano, bello e inconsistente como un sueño que al despertar olvidaré.